El ejemplo del Ballet de Chile

Manuel Drezner
08 de febrero de 2019 - 02:00 a. m.

Nuevamente se presentó en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, durante 2018, una versión del ballet Cascanueces, con música de Tchaikovsky, por el Ballet de Santiago de Chile, que ya había estado entre nosotros hace media docena de años. Este es un grupo que da más énfasis al conjunto que a la presentación de bailarines estrellas y por eso lo que se vio, con coreografía nueva de Jaime Pinto, se aparta de las versiones habituales. Claro que Cascanueces se presta a estas adaptaciones, y hay por lo menos media docena de nuevas coreografías que dejan de lado la tradicional de Petipa. Lo más notable en esta versión es haber cambiado al personaje de Drosselmeyer, que habitualmente es interpretado por un bailarín de carácter. Aquí vimos uno de virtuosismo que, de hecho, se incorporó al pas de deux del acto final cambiándolo a un pas de trois. Hubo algunas modificaciones a la coreografía que vimos hace años para convertirlo en un espectáculo con mayor unidad. La presentación fue muy hermosa, de buen gusto y agradable. Hubo una buena participación de los niños del ballet local Tosin y en general todo fue altamente satisfactorio.

Nuevamente se debe resaltar, como ya se hizo hace años, el que Chile haya sido capaz de formar una buena compañía de ballet, con presentaciones habituales y frecuentes, no solo en la capital sino también en provincias y que ha logrado desarrollar en buena forma el talento nacional. Esto se dice porque existe la frustración de que entre nosotros los intentos por crear una compañía colombiana de ballet, que en últimas es parte de la cultura de un país, han sido dejados de lado por la indiferencia ante los esfuerzos que se hicieron en el pasado. Ahora que tanto se habla de economía naranja, con aportes culturales al desarrollo nacional, es bueno sugerir que crear compañías de ballet, teatro y otras artes escénicas no solo crea fuentes de trabajo a los artistas nacionales, sino que puede significar un interesante ingreso económico. Los grupos escénicos y de baile nacionales que se han intentado crear, cuando sobreviven, lo hacen en forma precaria y a punta de sacrificios. El ejemplo de este Ballet de Chile bien podría seguirse entre nosotros, ya que lo exige el desarrollo cultural del país y, al igual que nuestros deportistas ya están alcanzando posiciones internacionales, lo mismo podría suceder si se fomenta la labor de los artistas, que los hay muchos y muy buenos entre nosotros, pero a quienes la falta de ayuda no ha permitido escalar a los puestos que se merecen. Este es un buen tema de reflexión que ojalá no caiga en el vacío.

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