El Encierro de Córdoba

Jaime Arocha
01 de agosto de 2017 - 02:00 a. m.

Un don de mi vida han sido las enseñanzas del líder agrario Jair Londoño Torres (1925-2015). Fue mi maestro sobre la historia de La Violencia en el Quindío, y de la lucha de los “colonos de Río Verde” por la propiedad de la hacienda Bellavista en el municipio de Córdoba. Falleció un año antes de que tuviera lugar uno de los actos más esperados en su vida, la firma del Acuerdo de Paz en el Teatro Colón. Como artista tallador, desde 1987 había concretado esa añoranza en su Monumento por la Paz, templete de un metro cúbico y cinco pisos que construyó pegando ladrillitos hechos en guadua. Lo ocupan 300 estudiantes labrados en balso, con el uniforme de los colegios públicos del Quindío. Echan a volar palomas blancas y sus esperanzas por un país sin guerra. Como su familia y sus vecinos de vereda, Jair experimentó los horrores de La Violencia. A uno de ellos lo detalló en una conversación que sostuvimos el 25 de junio de 1972 a la cual se unió su sobrino Nadir Arias, asimismo ya fallecido:

JL: Al Encierro de Córdoba nosotros también lo llamamos La Feria. Se originó en la muerte de un cabo del Ejército que mató la cuadrilla de Despiste. Fue del 22 al 29 de noviembre de 1958. Recogieron niños de dos días de nacidos, ancianos de 80 años, aún en calzoncillos, otros en camisa de dormir, las señoras en combinación y la bata se la pusieron ahí en la plaza. Los niños llorando pegados de la falda de la mamá, todos cagaos, todos miaos. Por las cuatro esquinas de la plaza montaron ametralladoras y piquetes del Ejército. Los obligaban a hacer sus necesidades fisiológicas en la plaza y luego a recoger con la mano la mierda y a tirarla allá, más retiradito. Algunos lloraban haciendo esto. El mismo Ejército se metió a las casas; se robaron las alhajas de oro, la plata que encontraban, en fin lo que ellos creían que les servía.

NA: Yo tenía 15 años y nos habíamos quedado en el pueblo para ver cine, cuando comenzó el plomerío. Al tercer día ya nos metieron al teatro a dormir, pero como era tan estrecho y nos pusimos a hacer recocha, nos dijeron que ahí tenían una piecita más grande y nos sacaron a la plaza otra vez, a aguantar agua. La mayoría de los soldados era del Batallón Cisneros de Armenia. Yo salí al cuarto día; hubo muchos que duraron 15 días.

JL: Esa misma semana se perdieron cinco liberales: Mario Bermúdez, el hijo de Manuel Restrepo, Alberto Cañas, Manuel Navarro y Gustavo Ramírez. Los subieron a un camión; les amarraron pañuelos a los ojos; los caminaron un trayecto. A cierta distancia, hicieron bajar a los otros y parece que los iban matando al bajarse del camión y los enterraron por ahí. No se supo dónde porque Ramírez iba vendado, pero un cabo del Ejército impidió que lo mataran y bajó del camión vendado…

Cimentada sobre La Violencia de 1948 a 1964, la guerra que por fin agoniza comenzó cuatro años después de los sucesos que Jair y Nadir narraron. Hoy guerrilleras que dan a luz en zonas campamentarias, armas y caletas entregadas a la ONU, un sistema de Justicia Especial para la Paz y un naciente partido político son antídotos contra una represalia mediante campo de concentración, ignominia que en su terror las víctimas quindianas ironizaron como “La Feria de Córdoba”.

 

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