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El enemigo en la política

Humberto de la Calle
04 de octubre de 2020 - 03:00 a. m.

El enemigo es clave en la política. Sirve para galvanizar a los seguidores y para disimular los errores de los poderosos.

Este es un invento de hace milenios. Los judíos han servido como comodín. Desde el antiguo Egipto, pasando por los Reyes Católicos y llegando a Hitler que de la mano de su influencer Goebbels usó el miedo para implantar una tiranía comparable a la de algunos emperadores que en Roma utilizaron esta vez a los cristianos como carne de cañón. Liberales contra conservadores. Neofascistas contra mamertos. El enemigo también vale para justificar frustraciones. Cuánto sirvieron de disculpa a varios gobiernos Pablo Escobar, las Farc y el comunismo internacional.

El debate Trump-Biden del pasado martes, marcado por la patanería infantil y detestable de un Trump arrogante y fuera de sí, también tuvo la marca del miedo. No hablaba de los demócratas, sino de los izquierdistas y socialistas.

Enorme parecido con aquello del castrochavismo y el rayo homosexualizador, componentes de nuestra política desde hace algunos años.

La fabulación viene de hace un buen rato. Un antecedente hasta jocoso, si no fuera sombrío, nos viene de Rafael Núñez con la llamada “Ley de los Caballos”.

Cuenta Lina Adarve que en el Bolo, algún lugar del Cauca, aparecieron unos caballos degollados.

El prefecto informó así al ministro de Gobierno: “Popayán, 7 de mayo de 1888. En Palmira aparecen ha días caballerías mayores degolladas. Día cuatro (4) de noche degolladas diez (10) en Pradera. Prefecto invistió ciudadanos con carácter agentes policía para capturar responsables, aprobando aún mayor severidad. Día cinco (5) cogióse un responsable, pueblo Pradera túvolo crucificado en la plaza. Hase ordenado sígasele juicio, y averiguar de quién es agente, pues júzgase atentado tiene objeto esparcir terror”.

Pronto se desveló el misterio: en vez de terroristas, se trataba de una banda de perturbados. El prefecto alcanzó a informar así: “Luis Martínez, el matador de caballos, revelóme hoy nombres cuatro (4) compañeros. Cogeránse esta noche. Son de distintos puntos. Cree éste sean agentes de otro. Martínez ganaba veinte (20) pesos como práctico en Pradera. Sólo herido, aunque levemente, pudo cogérsele. Caballo murió de un balazo: era también robado”.

Pero el segundo aviso que desbarataba la leyenda fue desechado. El presidente Núñez aprovechó para expedir la Ley de los Caballos que le daba facultades para imponer sin fórmula de juicio el confinamiento, la expulsión y la prisión de los opositores. Una especie de dictadura civil.

Las motivaciones del Consejo de Delegatarios para aprobarla tienen cierto aire actual: era necesario “dictar alguna disposición que autorice al Gobierno para que prevenga y reprima con mano fuerte tales actos (dirigidos por los) cabecillas de la última contienda civil y su finalidad era conspirar para resistir al imperio del orden establecido”.

Además, bien se lee, el prefecto, imbuido del ambiente autoritario, fue promotor de las autodefensas. En efecto, les dio facultades de Policía a los habitantes. Y permitió que el desquiciado fuera crucificado en la plaza del pueblo.

Nada nuevo bajo el sol.

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Eduardo(00883)04 de octubre de 2020 - 07:04 p. m.
Cuando el gamonal se siente dueño del pueblo, buena columna!
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