El enroque

Lorenzo Madrigal
20 de agosto de 2018 - 05:00 a. m.

Ahora lo que era gobierno es oposición y la que era oposición gobierno. Los observadores continuos, los que hoy somos y mañana también, entramos en confusión. Pasa como en el fútbol cuando en el segundo tiempo los equipos cambian de portería; los poco habituados no sabemos en esta segunda parte del juego para dónde van los unos y para dónde los otros.

No nos pidan coherencia. Oh, confusión. Viejos enemigos se abrazan, tanto en el pro-gobierno (Uribe-Gaviria), como en la oposición estatutaria (Robledo-Petro); el muy rotundo candidato, hoy presidente, Iván Duque, se desliza suavemente hacia un discurso de conciliación; el país de prensa y el de las redes se le vino encima al senador Macías, quien fuera un opositor respetado, porque en su discurso de posesión del nuevo presidente fue coherente con lo que se venía diciendo en la campaña que lo eligió.

A este senador pretenden sumirlo en el desprestigio, sin entrar en análisis de lo que realmente dijo. Igual cosa pasó con el exministro Fernando Londoño, cuyas afirmaciones contundentes le merecieron en este país de libertades la pérdida por años de derechos públicos y penosas diatribas porque siendo representante legal de una empresa mixta no era su gerente y derivó beneficios de ese cargo del cual carecía —extrañamente— esa entidad, en consecuencia fantasma.

A Londoño lo crucificaron, además, por la palabreja o locución “volver trizas”, en la cual no reside vulgaridad alguna, sino una afirmación vernácula para significar la destrucción de un proyecto gubernamental del que se discrepa y del que, por lo visto, era un pecado hacerlo.

Un país es libre cuando permite opiniones discrepantes y deja de serlo cuando esas opiniones son aplastadas por todo el peso de un régimen, compuesto por el poder público, sus representantes mediáticos, en todo el espectro y por la manada gregaria de quienes siguen “para donde vaya la gente”.

No hay balance qué hacer en los primeros días de gobierno. Duque es bueno, muy bueno, pero que no resulte contemporizador ni modifique propuestas como la del narcotráfico, categorizado delito político, del que ahora se dice que la intención de sacarlo de ese beneficio era mirando al futuro.

Del ministerio surgen reservas de competencia. Espero salgan bien los escogidos para Interior y Defensa, creyendo, de otra parte, que el presidente Duque tiene en Holmes su mejor canciller. Y que su antiguo jefe del BID no le dé más confianzudos puñitos en el pecho ni asediantes recomendaciones. La paridad forzada de hombres y mujeres en el gabinete es una de esas camisas de fuerza que entorpecen la libertad de la política, como aquello de declararse opositor, gobiernista o independiente, a priori.

Vaya país regimentado, tramitomaníaco e inconsecuente. Y vamos para una cuarta elección en un año de algo que por sí mismo no obliga.

 

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