El espíritu emprendedor hace la diferencia

Felipe Jánica
17 de febrero de 2020 - 05:00 a. m.

Son muchos los asuntos discutidos en el ámbito empresarial en torno a cuál es el mejor camino para que las organizaciones sean exitosas. Aunque las discusiones son variopintas, la mayoría de ellas conducen a que cuanta más rentabilidad genere la compañía mejor para los dueños y con eso se podría inferir que habrá felicidad en las organizaciones. Sin embargo, no todo lo que brilla es oro. La teoría en torno al retorno de inversión ha tomado diferentes puntos de vista. Por un lado, están los que argumentan que el retorno de inversión se maximiza en la medida en que se disminuyan y controlen costos y gastos. Por otro lado, están – a mi gusto los más acertados – los que argumentan que es mejor aumentar las ventas que disminuir los costos. Lo cierto del caso es que ambas posiciones son válidas, pero la segunda es la que realmente hace la diferencia.

Autores como Michael Porter argumentan que la excelencia operativa no es estratégica. Explica este autor – con total validez- que poner en el centro de las ventas las estrategias de las compañías es lo que realmente marca la diferencia. Este argumento, deja sin piso a quienes consideran que en la medida de que se controles y disminuyan los costos y gastos mejor rentabilidad tendrán y que por ello sí es estratégico para las organizaciones. Es cierto que mejorar la rentabilidad es vital para las organizaciones, pero es cuestionable que ese mecanismo sea útil para la perdurabilidad o longevidad empresarial.

Para tener un retorno de inversión holístico y que brinde seguridad razonable a las organizaciones en su objetivo de ser longevas, perdurables o mejor sostenibles, es imperativo entonces que las Organizaciones promuevan un espíritu emprendedor. Ese espíritu emprendedor es quizá el motor de las organizaciones. Ahora bien, como una sola golondrina no hace verano, es labor de los líderes empresariales divulgar y promover este espíritu al interior de las organizaciones. Es por ello, que las organizaciones deben contar con colaboradores orientados y con propósito o pensamiento de emprendedores.

El espíritu emprendedor es pues lo que hace la diferencia en las organizaciones. En la medida que exista un propósito compartido y que con ello se busque el beneficio de todos los interesados claves, estaremos hablando de organizaciones verdaderamente sostenibles. El espíritu emprendedor es la clave para que las organizaciones no se rindan. Ese espíritu emprendedor es el que ayuda a generar oportunidades de trabajo. Es aquél que siempre busca una forma mejor de hacer las cosas. El que genera la disciplina para insistir, persistir y jamás desistir si su propósito es loable. Es el espíritu que saca la casta en momentos difíciles y el que jamás se da por vencido.

Por ello, es de vital importancia que se sepa combinar un buen propósito empresarial con un espíritu emprendedor. De nada vale un espíritu emprendedor si su propósito no tiene en cuenta a todos sus interesados claves. De la misma manera jamás será exitoso un negocio que tenga un buen propósito y que éste sea compartido con sus interesados claves, si la organización y su equipo no tienen ese espíritu emprendedor. Así las cosas, es labor de todos en la organización, en especial de sus líderes, de sembrar y promocionar el emprendimiento al interior de las organizaciones. El propósito empresarial y que éste sea inclusivo con sus interesados claves debería darse por descontado.

En Twitter: @JnicaV

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