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El fin del principio

Armando Montenegro
06 de diciembre de 2020 - 03:00 a. m.

Desde hace varios años los colombianos estamos disfrutando de numerosos beneficios de la revolución digital en nuestras operaciones financieras y los mecanismos de pago. Nuevas entidades financieras ya ofrecen servicios innovadores y las instituciones tradicionales, algunas centenarias, se esfuerzan para ponerse a tono con los tiempos. Todo esto, sin embargo, es solo el comienzo.

La pandemia ha acelerado el proceso de cambio. Las transferencias digitales y el uso de las compras por internet se han masificado y ya son, y seguirán siendo, parte de la vida cotidiana de millones de personas. Con los subsidios del Gobierno a cientos de miles de familias de escasos recursos, fruto de las políticas sociales modernas, el 86 % de los adultos del país ya gozan de acceso a algún tipo de producto financiero.

Las innovaciones que se han presentado hasta ahora en el país se han dado en buena parte dentro del marco regulatorio que fue construido antes de la revolución digital. Cuando Colombia diseñe una regulación explícitamente adecuada para absorber masivamente las nuevas tecnologías, los usuarios recibirán una gran variedad de servicios adicionales, con más beneficios y menores costos. En ese momento cambiará definitivamente la fisonomía del sector financiero y del resto de la economía.

El Ministerio de Hacienda está dando pasos en esta dirección. Está alistando, por ejemplo, un decreto que ordena y clarifica los roles de los distintos actores que intervienen en las redes de pagos. Además de delimitar en forma precisa las funciones de los emisores de tarjetas y los roles de las cámaras de compensación, se permitirá la entrada de nuevos operadores, incluso de los no regulados, para las tareas de vincular a las redes a comerciantes y otros vendedores.

El siguiente paso debe ser concentrar en el Banco de la República, de acuerdo con sus funciones constitucionales, la regulación de algunos instrumentos de giro, transferencia y pago, que hoy está desordenada y dispersa en varios ministerios. El Emisor, con una visión panorámica, podrá en ese momento organizar el sistema de pagos y buscar la mayor eficiencia, los menores costos y la protección de los consumidores del país.

De todas formas, el desarrollo acelerado de las fintech requerirá de otras importantes reformas. Es necesaria la introducción de la “banca abierta” (open banking), una figura que reconoce que la información pertenece a los clientes de los bancos, de tal manera que pueda, como ya ocurre en otros países, ponerse a disposición de todos ellos y eventualmente, bajo ciertas reglas, facilitarse a otras entidades financieras. El desarrollo de la banca abierta tiene el potencial de dinamizar enormemente la competencia y posibilitar la entrada y el crecimiento de nuevos actores al sector financiero.

Otra necesaria iniciativa es la que en Brasil se denomina PIX (plataforma de pagos instantáneos), que permite transferencias gratuitas y en tiempo real por medio de los teléfonos celulares de todas las personas. Esta iniciativa, impulsada por el Banco Central, reducirá el uso del efectivo, ahorrará recursos de los ciudadanos y hará más eficiente la economía de ese país. Colombia, bajo el liderazgo del Banco de la República y con el apoyo del Gobierno, debería ponerse la meta de desarrollar un sistema semejante a la vuelta de dos o tres años.

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Atenas(06773)06 de diciembre de 2020 - 03:37 p. m.
Cierto, en medio de la pesadumbre mundial, tal despliegue de tecnología informática jamás supuesta, incrementará las diferencias o brechas entre naciones e individuos, mas solo queda definir si nos subimos a ese bus, o no.
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