El gordito, el Co2 y los algoritmos criminales

Ignacio Zuleta Ll.
25 de febrero de 2020 - 05:00 a. m.

Hay una amenaza a la adecuada existencia de los niños. Así alerta el informe reciente de la Comisión conjunta de la Organización Mundial de la Salud, Unicef y The Lancet. Ningún país está haciendo lo suficiente para proteger el presente y el futuro de nuestros niños y niñas, enfrentados a un clima que se deteriora y a una vida que es cada vez menos saludable.  Nos declara pues un ultimátum y señala unas causas conocidas: “El cambio climático, la degradación ecológica, la población migrante, el conflicto, las desigualdades que todo lo permean, y las prácticas comerciales depredadoras, ponen en riesgo la salud y el futuro de los niños del mundo”.  Y no que no lo sospecháramos, pero el informe critica con indignada justicia la dolosa desidia de todos los gobiernos.

La última causa de la amenaza, las prácticas comerciales depredadoras, por ejemplo, es de una evidencia dolorosa en Colombia. La obesidad en la población nacional se ha incrementado de manera alarmante en los últimos años, y los malhechores prominentes son la comida chatarra y las bebidas azucaradas. Es verdad que los malos hábitos alimenticios de los colombianos no ayudan, pero el bombardeo publicitario en los medios de comunicación con los algoritmos perversos que tienen como blanco de sus prácticas a los niños, la urgencia de un impuesto a las bebidas azucaradas —que les dejan a los industriales de las bebidas gaseosas y a los productores de caña ganancias gordas— y la carencia de una política eficiente de salud pública preventiva, están literalmente matando a nuestros hijos.

Hace unos años, cuando el doctor Alejandro Gaviria fue ministro de Salud, dio la pelea por un impuesto obvio al azúcar. Continuaba la lucha que la Fundación Redpapaz mantenía viva desde el 2003. Pero, hasta hoy, vamos perdiendo esa batalla en detrimento de la salud general de los colombianos y de enormes costos fiscales en “salud”, que pagamos todos.

El Informe comienza denunciando la paradoja: en palabras de uno de los miembros de la comisión en una entrevista a The Guardian: “En tanto los países más pobres necesitan hacer más  para apoyar la habilidad de sus niños para vivir vidas saludables, las emisiones excesivas de carbono —provenientes de manera desproporcionada de países más ricos— ponen en riego el futuro de todos los niños”. Y, repetimos, hace un énfasis especial en aquellas prácticas depredadoras comerciales; pues cuando su hijo, “el gordito”, ve televisión y se expone a los algoritmos comerciales en las redes, ingresa a las estadísticas de riesgo: hubo un aumento del 11 % en la obesidad infantil y adolescente, que era de 11 millones en 1975 y alcanza 124 millones en el 2016.  ¡Muy gordito! Antony Costello, miembro de la comisión, clama por una regulación estricta también en el mercadeo “del tabaco, el alcohol, la leche infantil de fórmula y los juegos” que la publicidad siembra como cizaña subliminal en nuestros hijos.

Tenía razón un amigo católico, gracioso él, cuando decía que “Dios creó al mundo de manera muy perfecta, pero llegó el demonio, se inventó el sexo, el dinero y el azúcar, y lo echó todo a perder”. Satánico el sistema.

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