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El Hay cartagenero

Andrés Hoyos
27 de enero de 2010 - 01:37 a. m.

ESTE AÑO NO PUEDO IR AL HAY FEStival de Cartagena por un cruce de fechas infortunado, de modo que dejaré de responder al llamado a lista por primera vez. La pérdida es mía.

Este invento se adapta muy bien a nuestro histórico puerto, que a mediados de año sirve para cocinar visitantes al baño María, mientras que entre diciembre y marzo recibe una brisa norte que refresca mucho el ambiente. Las hordas turísticas por fin se han ido a sus casas y, aparte de eso, los comienzos de año suelen ser temporada baja en términos de noticias. Estas cosas, aunque el lector no lo crea, importan mucho.

Un festival exitoso debe partir de una personalidad atractiva y definida, y ello se refiere tanto a lo que es como a lo que no es. La versión original en Hay-on-Wye (Gales) es un megaevento en el que cada espectador puede hacerse una agenda temática, mientras que las demás versiones tienen un tamaño moderado. Todas ellas son, según me cuentan, homenajes a la conversación inteligente y amena, sin que nadie espere epifanías bíblicas. Ha de haber celebridades a mano, como las ha habido y habrá en Cartagena. Este año vienen: Ian McEwan, Michael Ondaatje, Mario Vargas Llosa y Simon Schama (el predominio masculino no es raro en estos territorios), si bien el grueso de los invitados son intelectuales y escritores un poco menos conocidos, puestos en escena en un ambiente amigable. A las luminarias las entrevistan en solitario, quizá el propio Peter Florence, inventor y dueño del Hay, en tanto que el resto va en parejas y tríos durante una hora. Al final se reservan quince minutos para las preguntas del público, que en América Latina suelen oscilar entre lo impredecible y lo descabellado.

Asisten cartageneros así como gente de Bogotá y de otras ciudades colombianas. También llegan visitantes de Venezuela y de los demás países de la región. El público no se toma todas las salas por asalto, excepción hecha de las conferencias de los muy famosos; lo que sí se da es un amplísimo cubrimiento de prensa, radio y televisión, nacional e internacional, y esto más que compensa a quienes patrocinan el festival, empezando por la aseguradora española Mapfre, titular de la versión cartagenera.

En cualquier evento cultural son inevitables los claroscuros. Por el lado brillante, se recuerda con particular cariño la conmovedora presentación de Roberto Fontanarrosa en la primera versión de 2006. El Negro, elegido ese año por el resto de los participantes como el invitado estrella, seis meses después murió, víctima de una forma muy agresiva de esclerosis múltiple. Por el lado oscuro, la versión del año pasado se abrió con una charla dulzarrona entre Juanes y Miguel Bosé, muy famosos ellos y también muy fuera de lugar en un evento de sesgo literario.

Una parte esencial del éxito del Hay consiste en crear un ambiente paralelo en casas, restaurantes y cafés. Así, uno puede copar o no la oferta del programa, que siempre encontrará tertulias con gente, conocida o no, que anda en la misma tónica que uno. La agenda inmediata, dolorosa y candente, no se aplaca del todo, pero sí pasa a un segundo plano. Poco se habla entonces de reelecciones de Uribe, inconvenientes o deseadas. Nadie, que yo sepa, echa de menos esos temas.

Terminado el evento, los cartageneros vuelven a su realidad húmeda y caliente, y los demás regresan a sus rutinas de comienzo de año. La vida, lástima grande, no es un eterno festival.

andreshoyos@elmalpensante.com

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