De la escritura lo sabemos todo. Sabemos cuándo los dibujos se simplificaron en símbolos (una pata era la “paloma” y un cetro, el “faraón”). Luego alguien concibió los silabarios y un fenicio los partió, inventó las letras, representaciones gráficas de los fonemas, brevísimos instrumentos sonoros, y con ellas hizo el alfabeto, ese puñado de signos que es capaz de nombrarlo todo.
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