El imperio del tópico

Beatriz Vanegas Athías
20 de noviembre de 2018 - 10:20 a. m.

Afirma Aurelio Arteta en el libro Tantos tontos tópicos que el tópico es un dicho que no dice nada nuevo a nadie, sino más bien lo que todos saben. Es decir, el fin de un discurso plagado de clichés, de lugares comunes es que ocurra un encuentro armónico con esa mayoría; se pretende el ocultamiento a través de la cifra; la huida a toda disputa, en fin, la tranquilidad para que no ocurra el merecido cuestionamiento a los actos infames que se cometen.

De tópicos se alimenta el discurso de Iván Duque, el presidente que eligieron diez millones de colombianos. Después del estruendoso descenso de popularidad que han anunciado las encuestas y después también de salidas en falso, por no decir, patéticas en sus intervenciones como jefe de Estado ante instancias internacionales que lo posicionan como el rey de los argumentos insulsos y vacuos, ahora Iván Duque intenta, como corresponde a los famosos cien primeros días de gestión de un gobernante, limpiar esta imagen decadente que ha labrado con éxito.

Ayer habló (¿?) durante casi hora y media por RCN radio y en medio de su experticia en esgrimir tópicos, también fue infame. Esa entrevista-casi monólogo es un documento audiovisual para que en colegios y universidades se enseña sobre lo que NO es argumentar. Cada frase de Iván Duque fue una reunión de palabras que han sido estructuradas y expresadas por otros: “El timonel es tener la firmeza de mantener el buque a pesar de las tormentas”, esto novedad la dijo para aludir al hecho de que no le interesa que las encuestas no le favorezcan.

Cuando la periodista María Elvira Samper lo conmina a que caracterice el mensaje final de su gobierno, inicia un listado de ocultamientos a través de cifras que se alcanzarán en el futuro cercano. ¿El futuro existe, presidente Duque? Tienen acaso derecho al futuro ciudadanos de países como Colombia cuyo norte es la incertidumbre. Pero parece que sí y para esos están los tópicos y mantener el sueño del futuro respaldado con abstracciones como las cifras,  ayudan mucho. Entonces, ante la pregunta de la periodista cita y cita cifras y objetivos (jamás las maneras o metodologías para alcanzarlos): que hay que sacar a 2,5 millones de personas de la pobreza monetaria; que a 1.9 millones de personas de la pobreza extrema; que multiplicar la jornada única para cerrar la brecha de la exclusión estudiantil; que aumentar la gratuidad de la educación de cuatrocientos mil estudiantes vulnerables en cuatro años; que quinientas mil personas tengan luz eléctrica al terminar su gobierno y La Guajira (el tópico de tópicos no podía faltar), La Guajira tendría una cobertura del 74% de su población en agua potable; que mayor expansión de la clase media; que la cultura, que la conectividad son una forma de cerrar brechas.

Y así, un listado de frases comodines para sentirse seguro, aunque sepa que la madera de su escenario está podrida. En su discurso asistimos a la derrota de la palabra y al imperio de la frase hecha que finalmente es infame como ocurrió cuando dijo en relación al paro de los estudiantes. “Es más importante la propuesta que la propuesta”. Siguiendo el camino de siempre, el camino hecho, caracterizando de violenta la protesta social porque como afirma el crítico Pedro Adrián Zuluaga: ”(…) sabe -muerto de miedo- que cualquier protesta, por mínima que sea, rompe un orden injusto y violento ese sí, pero que él ha decidido encarnar y defender”.

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