El lastre eleno

Daniel Pacheco
18 de febrero de 2020 - 05:00 a. m.

¿Cuál es la fuerza más retrógrada, violenta, autoritaria y dogmática que hay hoy en Colombia? Depende de a quién se la haga, y esta pregunta en Bogotá sería respondida señalando al uribismo o a los vándalos del paro nacional.

En la capital tenemos la fortuna y el defecto de poder olvidarnos de los problemas del otro país. Tenemos la capacidad de ensimismarnos con discusiones nuevas, discusiones más modernas, que frecuentemente no se compadecen con las realidades viejas que aún se imponen sobre otros colombianos.

Realidades como la de Ábrego, Norte de Santander, un pueblo donde sus casi 20.000 habitantes vivieron este fin de semana encerrados en sus casas por el paro armado decretado por el Eln. No fue solo en Norte de Santander. De Cali los reportes indican que el tráfico hacia el Cauca y Nariño estuvo casi paralizado. La tercera ciudad del país semiincomunicada hacia el sur. De hecho en Argelia, Cauca, según reporta Caracol Radio, un herido que iba en una ambulancia tuvo que saltar del carro para evitar la lluvia de balas que un grupo armado desató contra el vehículo. De Medellín, la segunda ciudad de Colombia, no salían carros hacia Chocó. En Arauca, donde estos paros armados son parte del paisaje, el Eln impuso con amenazas también un paro informativo, como se lo hicieron saber al periodista Wílfer Moreno, quien por negarse tuvo que salir del departamento.

Luego de que Moreno se niega a cerrar su medio CNC, el comandante eleno del otro lado de la línea le dice: “Listo, listo, listo. Dejemos que sea así como usted diga. A partir de este momento Wílfer queda declarado objetivo militar y tiene una hora para que se salga del departamento con su tipo de rebeldía y negacionismo a nuestro llamado”.

La dialéctica afirmativa del plomo. La fuerza más retrógrada, violenta y autoritaria que hay en Colombia es el Eln. Esta guerrilla es un ancla en el pasado, un lastre pesado que nadie sabe cómo dejar atrás. Y la estrategia de ignorarlo está mostrando sus limitaciones. Por un lado, es una guerrilla en proceso de repotenciación militar, aprovechando la generosa retaguardia en Venezuela y la incapacidad de las FF. MM. de hacerle daño. No ha habido ni un golpe de alto impacto contra el Eln en este Gobierno. Por otro lado, el Eln está actuando de maneras que es peligroso ignorar. Se está metiendo en la discusión que tiene el movimiento del paro nacional con el gobierno de Iván Duque. Está contaminando un debate refrescante con métodos y consignas que conocemos hace tiempo. “Ni un paso atrás, liberación o muerte”.

Dentro del movimiento del paro nacional, el paro de ciudadanos, estudiantes y sindicatos, hay miedo. Miedo a moverse más allá de la denuncia reiterativa de la violencia. Miedo ante la infiltración de los elenos y desconfianza de las fuerzas de inteligencia que tendrían que detenerla. En el Gobierno algunos ya empiezan a mezclar los “paros”, el armado y el nacional, y vamos de nuevo al viejo juego de la criminalización de la protesta social.

¿Qué hacer? Con el Eln no pudimos ni con plomo ni con diálogos. El asunto depende al final de qué pase en Venezuela, del problema de la coca y de aguantar la longevidad del anacronismo. Mientras tanto podemos reconocernos mejor entre nosotros mismos. No se trata de salir a marchar con camisetas blancas todos de la mano. Pero sí de tener claro que aunque hay una discusión álgida entre contendores, el gran enemigo de la democracia, la libertad, los derechos, no son ni uribistas ni izquierdistas, es el Ejército de Liberación Nacional. Y si les preocupa que eso los una en algo, es un costo por el que vale la pena arriesgar.

@danielpacheco

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