El lente del coronavirus

Santiago Gamboa
18 de abril de 2020 - 05:00 a. m.

Desde el punto de vista sociológico, el coronavirus ha resultado ser un muy interesante examen para la realidad nacional, pues permite ver quién es quién y cuál es su verdad. Como si, de manera metafórica, hubiera pasado un trapo húmedo sobre el lente patrio. ¿Y qué es lo que se ve? Empiezo por el Gobierno y reconozco su mejor voluntad, es innegable, pero es que con la crisis se le ven los paños menores: el pobre Duque, con su temblorcillo en el labio inferior, ya no da más. Sus afirmaciones y la realidad no coinciden nunca, ni en tiempo real ni en condicional: “Las empresas con problemas ya están obteniendo créditos”, dice en un noticiero, pero un segundo después las empresas gritan que no han recibido nada, lo que es gravísimo en un país que ya pasó por Agro Ingreso Seguro. Agrega Duque: “El Estado es el garante del 90 % del monto de los préstamos, y ya los bancos no tienen excusa para no dar crédito”, pero la Asobancaria dice, un segundo después, que se deben alzar las exigencias para otorgar esos mismos créditos. Este asombroso desajuste produce un efecto extraño: como si Duque estuviera indicando una dirección en Bogotá, pero con el mapa de Cali. Y cuando habla la superministra del Interior, ay pobre mi Alicia, la cosa se vuelve de opereta: “Quiero que los colombianos sepan que esto no está resuelto”, filosofó en directo, desde su oficina. Qué nivel y qué verbo. Nos quedó clarísimo. Gracias.

La única frase que he aplaudido de Iván Duque la dijo esta semana, refiriéndose a los que roban plata de las ayudas: “Son ratas de alcantarilla”. Muy bien, bravo. El problema, míster president, es que la mayoría de esas ratas o son del partido de gobierno o de los partidos que apoyan a su gobierno. Para la muestra, ¿qué tal las sospechas de sobreprecios en los “mercados humanitarios” que recaen sobre gobernadores como doña Elsa Noguera, en el Atlántico, o Facundo Castillo, en Arauca? Pero, en fin. La vida sigue y hay que fijarse en lo bueno. Menos mal que está ahí Claudia López. El lente del coronavirus nos muestra que es ella quien está señalando el camino. Es la primera vez, desde que tengo memoria, que Bogotá lidera realmente al país. Vimos también a los senadores de los partidos progresistas donando sus sueldos y ejerciendo solidaridad real, mientras Carrasquilla hablaba de una nueva reforma tributaria, pues entre exigirle más a la clase media o a los bancos, él siempre preferirá a la clase media (a la que él dejó de pertenecer gracias a los buenos negocios que hizo con municipios y regiones). Y una curiosidad: ¿dónde está Álvaro Uribe? ¿En su finquita? ¿Qué pasó con el senador Richard Aguilar, exgobernador y, según se sospecha, el míster 10 % de Santander? La platica, la platica. Ahí están también las iglesias evangélicas, mostrando la verdad de su negocio libre de impuestos. “Paguen por internet, hermanos míos”. Ellos, aliados del Gobierno, son la cumbre del teletrabajo, los creadores del Rappi del alivio moral. ¿Qué más podemos querer? Ay, coronavirus. La mitad de Colombia donando y la otra mitad robando y enriqueciéndose. “Es el neoliberalismo, chico”, dirán los del Concejo de Cartagena, que van a lograr destituir al alcalde que le había ganado la batalla a la corrupción. Amén.

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