Se sabe que la temprana desaparición de un padre o de una madre desata en sus hijos la imperiosa necesidad de tratar de saber y entender, más allá de las piadosas versiones de los sobrevivientes, quiénes fueron esos desconocidos que les legaron sus genes, sus rasgos físicos y, a veces, hasta sus anhelos y angustias. “Quizá en la noche / sueño sus sueños /… y el recuerdo de lugares no vistos / son él, repitiéndose / soy él, que vuelve”, decía José Manuel Arango. Y Borges, de sus antepasados: “… gente que prosigue en mi carne, oscuramente, sus hábitos, rigores y temores”.
Rudi Hommes comenzó a escribir sus memorias como el registro de una apasionada y larga pesquisa tras la ruta vital de su padre, quien murió cuando él tenía apenas 12 años. Una pesquisa que fue alentada por la necesidad de armar un rompecabezas compuesto inicialmente por detalles fragmentarios y contradictorios de una trayectoria de novela: un estudiante ilustrado y rebelde en Berlín, un intento de insurrección en Hamburgo, una lucha imposible contra los nazis y una apresurada fuga a Suiza, una oferta para enseñar en Colombia, un señuelo mentiroso que lo trajo al país donde conoció y se casó con Josefina Rodríguez, graduada de la Universidad Nacional en 1934 y con un posgrado en Alemania, con quien tuvo dos hijos, uno de ellos el autor de Así lo recuerdo (Debate, Bogotá, 2021).
Rudi narra también detalles de su infancia y adolescencia, recuerda sus estudios en California y Massachusetts, sus numerosos e intensos amores, su vuelta al país, el ingreso a la pesada atmósfera de la vida laboral colombiana y su aterrizaje, en medio de debates financieros, a altos cargos del manejo económico.
Con sus antecedentes familiares y académicos, era imposible que Rudi no viera los arreglos de la economía colombiana con los ojos de un outsider, para quien eran extrañas e intolerables tantas cosas que para los de adentro eran corrientes e incluso meritorias —las triquiñuelas con el control de cambios, los regalos del crédito de fomento, los favores con la emisión monetaria y la protección arancelaria a un círculo cerrado de empresarios conectados con el poder—.
Como fiel heredero de las luchas de su padre contra la inequidad y los poderosos, en su paso por el sector público Rudi se convirtió en un reformista decidido que buscó desterrar los privilegios de unos pocos para que todos tuvieran oportunidades e incrementar la competencia y la igualdad, una actitud que le ganó numerosos opositores que escudaban sus privilegios detrás de falacias cepalinas y seudonacionalistas. Con este mismo propósito impulsó las reformas económicas de la Constitución de 1991, dirigidas a democratizar y descentralizar la sociedad colombiana.
Al final, Rudi cuenta que no hace muchos años, en compañía de su hijo Martín, volvió sobre los pasos del profesor Hommes en Hamburgo, Berlín y Zúrich. El viaje también los llevó a conocer la residencia de Bonn, cercana a la universidad, sobre Poppelsdorfer Allee, donde había estudiado su madre (a pocas cuadras de allí, en Beethovenstrasse 50, mucho tiempo después, vivieron y murieron algunos de mis seres queridos).
En ese momento, ya el enigma estaba resuelto: había comprendido la trayectoria, las luchas y angustias de su padre y, de paso, como fruto de esa búsqueda, había entendido muchas cosas de sí mismo. Se había cerrado el círculo.