¡Cuánta responsabilidad, presente y futura, tienen el sistema educativo y los medios de comunicación en el surgimiento de líderes políticos democráticos! Confío en que acierten y fortalezcan nuestra democracia.
En la columna anterior me ocupé de la introducción, el origen del texto, la importancia del liderazgo político democrático y se presentó la conceptualización de ciencia política. Continuemos.
Gobernabilidad democrática. En segundo lugar, preguntémonos: ¿será que Stalin, Hitler, Mussolini, Franco, Pinochet, Lanusse, Levingston, Onganía, Videla, Viola…, Castelo Branco…, Castro, Fujimori, Chávez, Maduro y algunos más tuvieron gobernabilidad? Sí, pero no democrática. ¿Cómo acercarnos entonces a un concepto contemporáneo y riguroso sobre ella? Respondo. Después de múltiples análisis comparados —sobre casos específicos— en Europa, Asia, África y América Latina, la conceptualizo así: es la capacidad del sistema político para ejecutar políticas públicas, dirigidas a la realización de un proyecto que permita cristalizar cuatro dimensiones sustantivas: la satisfacción de las necesidades fundamentales de la mayoría de la población, asegure la estabilidad de un orden político democrático, facilite una comunicación ética del gobernante con la comunidad y permita una acción eficiente y eficaz, construyendo un desarrollo sostenible, según las orientaciones de Naciones Unidas.
Liderazgo político democrático. Y, en tercer lugar, precisemos ahora la conceptualización del liderazgo político democrático. Conocemos que su aparecimiento es concomitante con la evolución que converge en el surgimiento de lo humano. Si tenemos presentes las elaboraciones comprensivas weberianas, vemos que coetáneamente a los procesos de las sucesivas dominaciones se han dado también liderazgos carismáticos, tradicionales y legales, según sea el carisma, el peso de la tradición o el fundamento legal lo que legitime, prioritariamente ante la comunidad, el carácter del liderazgo. A lo largo de los siglos, se han presentado casos en el que el carisma (Bolívar, Santander, Nariño…), la tradición (Enrique VIII, Catalina II…) y la ley (Alberto Lleras, Luis Carlos Galán…) se combinan de manera diversa en distintos sistemas y regímenes políticos.
¿Quién es entonces un líder político democrático? Creo que es un(a) ciudadano(a), conductor(a) y jefe que, con prestigio intelectual y humano, asume un proyecto capaz de generar seguidores organizados democráticamente y comprometidos con su causa, para el ejercicio del poder. Es una persona reconocida por su capacidad de mando y ejecución, que está identificada con el proceso político que impulsa y desarrolla históricamente.
Para tal efecto, pensando en nuestro país, y específicamente en el futuro político de la juventud, se me presenta muy útil realizar estudios contemporáneos y comparados de los liderazgos reales, concretos y complejos de Manuel Murillo Toro, Rafael Uribe Uribe, Alfonso López Pumarejo, Darío Echandía, Alberto Lleras Camargo, Jorge Eliécer Gaitán, Carlos Lleras Restrepo y Luis Carlos Galán, que no son los únicos, por supuesto.
¡Qué orgullo de colombianos poder sentir y disfrutar el conocer sus vidas ejemplares! ¡Cuánta ignorancia increíble en los currículos y planes de estudio del bachillerato y de nuestras universidades, aun a nivel de maestrías, sobre estas vidas cuyo conocimiento –releído y reestudiado– facilitaría enfrentar la corrupción de los politicastros! ¡Cuánta esperanza hay que construir! ¡Qué papel tan decisivo debe desempeñar el sistema educativo, para evitar –en nuestros días– que personalidades como el señor Trump o el excapitán Bolsonaro y compañía les hagan daño a las democracias occidentales!
Complementemos brevemente el concepto de liderazgo político: ¿qué puede ser el prestigio intelectual? Es la capacidad demostrada y reconocida para comprender, estudiar, reflexionar y aportar creativamente a la solución de los problemas. ¿Y en qué consiste el prestigio social? Es la habilidad del líder para acercarse a la comunidad, conocer sus necesidades sentidas y las esperanzas de sus seguidores; canalizar sus intereses y servirles, empleando sus conocimientos en beneficio de los más necesitados y pobres; es el reconocimiento a la solidaridad del líder.
Mas no bastan estos prestigios. Es necesario demostrar que, en el ejercicio de su vocación y en el desempeño de sus responsabilidades públicas, ha sabido formular, implementar y evaluar políticas públicas al servicio de la mayoría de la población, como un buen demócrata. Complementariamente, este líder asume su proyecto no como dictador, führer, duce, caudillo, salvador, mecías, el único o el eterno, sino como el gran director de un proyecto fundamentado en los preceptos básicos de la democracia participativa y la Constitución. Así mismo, sus partidarios no son elegidos a dedo, sino que están organizados y comprometidos democráticamente, siendo designados en función de sus méritos, trabajo y capacidad de consagración al servicio de los intereses generales. Complementariamente, deben estar organizados en un partido político moderno; buscando el poder para alcanzarlo y, desde allí, realizar el programa que ha sido propuesto a consideración de los ciudadanos.
Revisemos a continuación sólo un ejemplo preciso de liderazgo político colombiano, que se me presenta aleccionante: la elaboración de Darío Echandía, a propósito de Manuel Murillo Toro. Leamos cuidadosamente el análisis del Maestro:
“Los contemporáneos de Murillo admiraron su maravilloso ingenio político. ¿En qué se fincaba aquel raro poder que hacía seguir espontáneamente sus inspiraciones, acatándolo como guía y capitán nato, a tantas preclaras figuras de su partido y de su tiempo? Proverbial fue la riqueza y variedad de sus aptitudes: finura diplomática, sagaz penetración psicológica, exquisito trato social, intuición segura de los secretos resortes que determinan la conducta de los hombres, flexibilidad para adaptarse a las cambiantes y complejas situaciones concretas, talento para negociar y pericia y energía para quebrantar las intransigencias de los adversarios y contener las proclividades de los propios, ágil inventiva que le permitía idear soluciones oportunas y realistas y encontrar salidas ingeniosas para las más arduas coyunturas. Es legendaria su destreza en conciliar los intereses y halagar las vanidades de los hombres...”.
“Pero esta admiración por las dotes ingénitas de un hombre no bastaría para explicar el amor, la devoción, la fe, la gratitud con que los pueblos galardonan a sus grandes benefactores, ni para justificar el definitivo reconocimiento por la historia de la excelsitud de sus méritos civiles”.
“Murillo Toro fue el más experto conductor de hombres en su tiempo, pero no solía comprometerse en mezquinas maniobras personales, sino que buscaba el compromiso civilizador, reflexivo, razonable, no inspirado por la pasión, a menos que se tratara de la pasión del bien público”.
Sí, debemos ser consagrados y profundos servidores públicos y saber combinar las iniciativas públicas y privadas. Cuán útil saber administrar lo público con calidad y eticidad; ello es posible y hay que saberlo hacer. ¡Cuán reflexivo releer estos apartes y complementarlos con la incidencia que la ciencia, la tecnología, el arte, la cultura y la innovación tecnológica contemporáneas deben tener en la estructuración de los futuros liderazgos democráticos!
Avancemos. El examen de la realidad nos indica la gran utilidad que tiene, en nuestros días, adelantar estudios vinculados al liderazgo político. Las reflexiones teórico-prácticas sobre el tema en América Latina y Colombia seguirán siendo objeto de evaluación y de reformulaciones, en la medida que los distintos gobiernos organicen políticas que fortalezcan el surgimiento de nuevos liderazgos políticos. Para la conducción adecuada de esos procesos –y sus respectivas evaluaciones– es necesario tomar decisiones estratégicas que impulsen la formación de nuevos líderes políticos democráticos, estadistas y pensadores de reflexión profunda, que dirijan y orienten los proyectos que demandan justicia social, paz y desarrollo sostenible en nuestras naciones.
El grupo de los líderes que, con impacto mundial, se han estudiado y sintetizado en el libro que presentamos: Gandhi, Mussolini, Hitler, Kennedy, De Gaulle, Obama y Bolívar, intervino significativamente en la composición de la estructura del poder y en el desarrollo de las relaciones internacionales, en los siglos XIX y XX. El análisis crítico de sus realizaciones nos permite visualizar cómo la política debe seguir siendo la más bella de las vocaciones y de las profesiones, cuando se ejerce con eticidad y sentido histórico. Complementariamente, los análisis de casos de Uribe Uribe, Alfonso López Pumarejo, Echandía, Gaitán, Alberto Lleras, Carlos Lleras y Luis Carlos Galán nos facilitan entender, en parte, escenarios de la contradictoria y desafiante situación política nacional. Sus vidas y obras deben ser releídas para estudiar sus profesiones, caracteres, realizaciones y caminos que permitan actualizar y reformular sus pensamientos y proyectos políticos(1).
Con miras a elaborar alternativas nuevas de dirección política, este trabajo ha plasmado una labor imaginativa dirigida a prevenir –en lo posible– la improvisación para el ejercicio de la vocación política responsable. Inmensos costos ha tenido que asumir nuestra nación, por la designación de personas que no estaban adecuadamente preparadas para el ejercicio del poder. Nuestra historia ya los ha juzgado; no sé si a todos.
Con precisión ha sostenido el señor procurador, en el prólogo al texto:
“El país necesita liderazgos frescos que revitalicen el futuro. Los jóvenes, depositarios de este texto, son la esperanza de transformación de Colombia, haciendo realidad la Constitución de 1991. Hay afuera de las aulas un país que reclama la presencia vigorosa de los jóvenes en defensa de la vida. Su liderazgo es vital para cambiar las cosas; para permitir que renazca la confianza en el futuro”.
Cuánta responsabilidad, presente y futura, tienen los medios de comunicación al respecto. Confío en que acierten y fortalezcan nuestra democracia.
Agradecimientos. Y ahora, llegamos al final. No me cansaré de reiterar el aporte del gran latinoamericano que fue Octavio Paz, a propósito del contenido de la palabra “gracias”.
“Ella tiene equivalentes en todas las lenguas y en todas es rica la gama de significados. Gracias es perdón, indulto, favor, beneficio, nombre, inspiración, felicidad en el estilo de hablar o de pintar, ademán que revela las buenas maneras y, en fin, acto que expresa bondad de ser humano”.
Hoy, después de 54 años de haber iniciado mis estudios sobre la problemática del liderazgo político, y no los he terminado, es muy satisfactorio expresar mis agradecimientos a los ministros que acompañaron mi gestión, especialmente en la ESAP. A los señores rectores: Gerardo Molina, Jaime Uribe Urdinola, Fernando Hinestrosa, Alfonso Borrero, Gerardo Remolina, Jorge Enrique Molina, Carlos Gómez Zuleta, Fabio Gallego, Jaime Galarza, Óscar Ibarra y Andrés Perafán. A los directores de la ESAP: Humberto Gallego, Oswaldo Beltrán, Marino Tadeo Henao, Julio Roballo y Samuel Ospina. Y a los rectores españoles y mexicanos: Gregorio Peces Barba, Tobías García Tovar, Marco Antonio Morales Gómez y Domingo Bello Janeiro.
A los estamentos de la Escuela Superior de Administración Pública, a los directores de Compensar Germán Collazos y Néstor Rodríguez por su eficiente cooperación. A los señores embajadores de Alemania, Francia, España, Inglaterra, Estados Unidos, Bélgica, México, Brasil, Ecuador, Venezuela, Cuba, Panamá, Costa Rica, Argentina, Uruguay, Paraguay y Chile, que hicieron presencia a lo largo de mi gestión como director nacional de la ESAP.
A los profesores: Clementina Suárez Casas, que sembró en mí –con su vida y obra– una profunda vocación pedagógica, y también a Jaime Vélez, Julio Carrizosa U., Mario Bunge, Johan Galtung, Paulo Freire, Rafael Rivas Posada, Alfredo Sarmiento Gómez, Xicoténcalt Martínez R., Fernando Rojas Hurtado, Bernardo Kliskberg, Carlos Fortín, Édgar González Salas, Diego Younes, Omar Guerrero, Hans Blumenthal, Horacio Godoy, Deodato Rivera, José Antonio Viera-Gallo, Gustavo Pérez Ramírez, Francisco de Roux, Carlos Gustavo Cano, Jorge Alarcón Niño, Fernando Dejanón, Jorge Gaviria Liévano, Álvaro Echeverri Uruburu, Cesáreo Rocha O., Augusto Trujillo, Fernando Sarmiento, Charles Collins, Darío Botero U., Fabio López de la Roche, Roberto Vidal y Alberto Almonacid. A los miembros del Equipo de Estudios para el Desarrollo con quienes adelantamos una fecunda labor universitaria, pedagógica y humanística. A mis profesores universitarios de la Javeriana, la Universidad Internacional de Andalucía y de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) de Santiago de Chile y a todos los colegas universitarios que me han acompañado en la inacabada labor pedagógica, académica, investigativa, innovativa y administrativa, iniciada en 1964.
A los periodistas: Hernando Santos, Enrique Santos Calderón, Roberto Posada, Guillermo Cano, Alfonso Cano, José Salgar, Fidel Cano Correa, Jorge Cardona, Daniel Samper Pizano, Luis Noé Ochoa, Jorge Restrepo, Juan Guillermo y Fernando Cano, Fernando Garavito, Guillermo Gaviria, Luz María Tobón, Juan Mendoza Vega, Gustavo Páez Escobar, Javier Darío Restrepo y Pedro Acosta.
A los educandos de las universidades colombianas, latinoamericanas y europeas, donde fui aprendiendo a aprender, dialogando universitariamente. Mil gracias a la labor del grupo editorial presidido por Gustavo Ibáñez; al trabajo de diagramación electrónica de Maruja Esther Flórez, Leidy Soto y Deissy Rodríguez, y al aporte responsable en la cristalización de este evento por parte de Carlos Mario Molina, Jubert Ariza, Blanca Jannette Guzmán y Leandro Alberto Ramos.
Y, por su puesto: mil gracias al señor procurador, por su profundo, cuidadoso y aleccionante prólogo. Al revisar su labor como hombre de Estado colombiano y funcionario internacional, pero muy especialmente como procurador general de la Nación –en las condiciones específicas de nuestra nación–, ha sido inmensamente satisfactorio que la presentación del libro se haya realizado en este auditorio. Mil gracias a todos por la generosidad, el afecto, el respeto y la alegría que nos produce el haber disfrutado este acto en beneficio de Colombia, de la América Latina y de los demócratas contemporáneos.
A los lectores de la columna, mil gracias por sus comentarios creativos y mis mejores anhelos por una feliz Navidad y un nuevo año pleno de realizaciones.
* La presente columna es la segunda parte de un extracto de la intervención en el auditorio Nariño de la Procuraduría General de la Nación, el 3 de diciembre del presente, a raíz de la presentación de mi libro: “El liderazgo político. Análisis de casos”. 5ta edición. Prólogo del señor procurador, Fernando Carrillo Flórez.
** Miembro de la Academia Colombiana de Jurisprudencia.
Referencia
(1) Nótense los diferentes impactos que cada uno de estos líderes produjo al interior del desarrollo político nacional e internacional. Me permito insinuar revisar el análisis comparado, entre esos líderes, en el capítulo V del libro, p.p. 367-381.