El lujo de una cuarentena

Santiago Villa
15 de julio de 2020 - 05:00 a. m.

Varias veces se ha argumentado que la oposición entre economía y salud es falsa, y que proteger la salud es proteger la economía. Entiendo la lógica de este argumento, pero en la calle la realidad es otra. En un país donde las magras ayudas no alcanzan, y ni siquiera llegan a todas las familias a las que se les ha prometido, caer en la indigencia es cuestión de tiempo.

Tener una economía cerrada, en cuarentena, es algo que las familias ricas y los países ricos pueden sobrellevar con más facilidad que las familias y países pobres. Para estar bien durante la inactividad hacen falta recursos. No todos pueden vivir sin trabajar.

Bogotá entra esta semana a su segunda fase de cuarentena, esta vez por localidades. Lo mejor, si se quiere reducir la propagación del virus, sería hacer una cuarentena total, pues en este momento el ritmo de propagación es mucho más alto que cuando estábamos en cuarentena estricta. Es decir, si debiéramos escoger cuándo relajar la cuarentena y cuándo hacerla más estricta, pues relajarla cuando había 100 contagiados confirmados, y hacerla estricta cuando hay 50.000, tendría más sentido matemático.

El problema es que un virus no repara en esta lógica facilista, ni en las necesidades de la economía nacional. Si no se hubiera hecho una cuarentena estricta en abril, hoy no tendríamos 50.000, sino quizás 300.000 casos confirmados, o más. Si no se hace una segunda cuarentena estricta ahora, los infectados en el futuro serán muchos más.

La situación sin salida es que proteger la salud genera pobreza, y no proteger la salud genera muertos. Con el agravante de que así se abrieran ciertos sectores, como los restaurantes, los cines, los bares, los hoteles, dado el contexto, es improbable que tuvieran una clientela que les permitiera ir a plena marcha. Necesitarían incentivos, promociones o descuentos, como el inmoral día sin IVA de Iván Duque. Paga menos y corre más peligro. Danos tu dinero a riesgo de tu vida.

Por lo pronto se está aplicando una solución moderada que arrojará resultados moderados. El ritmo de contagios quizás decrecerá un poco mientras la inestabilidad económica será un poco menos aguda. Sin embargo, el ritmo seguirá siendo exponencial y la economía seguirá en caída libre. El problema de las soluciones moderadas es que, así sean sensatas (y quizás esta no lo sea), no dejan a nadie contento.

¿Debe entonces Bogotá entrar a cuarentena estricta, en toda la cuidad? Quizás, pero debemos entender que esta cuarentena estricta debe ser hasta noviembre, si realmente queremos aplanar y reducir la dichosa curva. La sociedad, seguro, no aguanta eso. Así que la mejor solución para contener el virus es imposible de aplicar.

¿Debemos entonces reconocer que la lucha contra el virus no la vamos a ganar, y apostar, por lo menos, a mantener a flote algo de la economía, mientras que vemos colapsar el sistema de salud y aumentar la tasa de muertos? Es difícil. No creo que una economía funcione bien en medio de semejante caos.

La conclusión parecería ser entonces que se deben mantener estas aguas tibias, que no solucionan del todo los problemas económicos ni los de salud. Ojalá tuviera alguna respuesta o hubiera escuchado alguna propuesta que me generara convicción. Si usted cree que tiene la solución a este problema, seguramente se equivoca.

Así las cosas, debe haber complementos más creativos para estas políticas incompletas. Exigir que las empresas de servicios públicos subsidien servicios de estratos bajos mientras aumentan los de estratos altos (la estratificación social por números, si bien es una política antipática, tiene la infraestructura logística para imponer con agilidad este tipo de propuestas); un impuesto extraordinario al patrimonio que, si bien tendría efectos reales irrisorios, al menos es un gesto simbólico de solidaridad social; permitir que se establezcan asentamientos informales temporales en algunos lugares, en lugar de enviar a la policía a destruir cambuches que son el único techo que tienen muchas familias; generar programas de creación de empleo estatal, así sean medianamente asistencialistas, para sobrellevar el año o dos de pandemia que aún nos quedan por delante.

Las soluciones creativas (ojalá más creativas que las que se me ocurren a mí), y no solo cuarentenas o días sin IVA, son necesarias, porque esto no es una carrera, sino una maratón cuesta arriba que apenas estamos comenzando, y cada vez se pondrá peor.

Twitter: @santiagovillach

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