Construir democracia

El maestro universitario y la construcción de la paz

Hernando Roa Suárez
07 de junio de 2017 - 02:00 a. m.

Si hemos de ser reconocidos como defensores de la paz, deben existir manifestaciones expresas de nuestro compromiso; y en él lo que está en juego es nuestro ser dinámico y creador; nuestro ser histórico.

Consideraciones iniciales. La revisión contextual de la situación colombiana contemporánea, nos indica indubitablemente que el problema más significativo que tenemos que resolver los colombianos de nuestros días, y por lo menos de los cuatro futuros decenios, es el de construir la paz, concretando el Acuerdo firmado en 2017.

Tomando los indicadores más relevantes sobre los impactos de las violencias que hemos tenido que enfrentar los colombianos a partir de 1930, cuando Colombia ingresa a la modernidad, encontramos que no hemos implementado un modelo de desarrollo que nos permita confrontar las modalidades de las violencias abiertas, estructurales y culturales. Más aún, los ingredientes contemporáneos (2017) de los residuos guerrilleros, el narcotráfico, el paramilitarismo, las bacrim, el fenómeno de la corrupción, la explotación minera ilegal y sus variantes y combinaciones, ponen en serio peligro el desarrollo futuro de la democracia participativa en nuestro país. Por ello se me presenta indispensable crear espacios de reflexión que faciliten la construcción de una nueva cultura de paz fundada en la justicia social, dentro de los preceptos fundamentales de nuestra Constitución. En este contexto, el papel del maestro universitario es fundamental y sin su compromiso con la comunidad universitaria y el país, será muy difícil aclimatar la paz estable y duradera.

Por los resultados obtenidos en los últimos 30 años y frente al proceso electoral que se avecina (2018), no debemos olvidar que tanto para la elección de Presidente como del Congreso de la República, la designación de personas incompetentes, inexpertas, corruptas, indelicadas u oportunistas, son un peligro para el desarrollo de las instituciones democráticas y la consolidación futura del proceso de paz.

Complementariamente, observemos que si tenemos en cuenta la información empírica existente en torno a los indicadores sociales en 2017 (distribución del ingreso; tenencia de la tierra rural; seguridad alimentaria; salud; nutrición; agua potable; índices de pobreza y miseria; déficit de vivienda; niveles de recreación y cultura; índices de inseguridad…) existe en nuestro país una gran distancia entre el deber ser planteado en los preceptos constitucionales y la realidad. En este tiempo, los maestros demócratas estamos invitados a ser constructores de paz y a comprometernos con esta causa. Me inclino a pensar que un maestro constructor de la paz, la estudia individualmente y en grupo; reflexiona en distintas estrategias y tácticas y está dispuesto a contribuir en planes a corto, mediano y largo plazo, que conduzcan a su solución.

Si hemos de ser reconocidos como defensores de la paz, deben existir manifestaciones expresas de nuestro compromiso; y en él lo que está en juego es nuestro ser dinámico y creador; nuestro ser histórico. No olvidemos que, comprometemos no tanto el presente, como el porvenir. Observemos que el carácter dinámico y creador de esta opción, nos impulsará a excedernos y superarnos en el diseño y solución del más significante tema colombiano, sin cuya resolución sostenible el funcionamiento de la democracia participativa será imposible.

Tareas para el maestro universitario. Según la evolución nacional y la evidente incidencia de los procesos de globalización en Colombia, parece indispensable organizar cuidadosa y sistemáticamente las labores a desarrollar por los maestros universitarios. Ante el proceso electoral de 2018, se impone actuar con responsabilidad histórico-política. Cada uno de los ciudadanos -y los maestros somos ciudadanos- estamos invitados a ejercitar nuestro papel para recuperar lo mejor de los valores democráticos y participar según el compromiso con la Nación, que todo lo merece. ¿Por qué no utilizar el proceso electoral para honrar el Acuerdo de Paz que se firmó en el 2017 y participamos responsablemente?

Observemos que si bien es evidente que la academia ha estado presente en las diferentes convocatorias públicas, en favor de un nuevo esquema de convivencia, es tiempo ya, que se profundice esa intencionalidad en una nueva vocación de servicio: la de repensar y elaborar los procesos de paz simultáneamente. Esbocemos entonces algunas tareas iniciales, para vincular los maestros universitarios al proceso de paz desde su especificidad.

i. Participar, a través de sus entes representativos, en el Consejo Nacional de Paz. ii. Intervenir en el conflicto con una perspectiva transformadora hacia la paz. iii. Realizar análisis e investigaciones universitarias, en conexión con los actores que, más allá de estar inmersos en el conflicto, han venido construyendo procesos paralelos de convivencia pacífica en diferentes espacios locales y regionales.

iv. Superar las elaboraciones descriptivas del conflicto y tender, más bien, al planteamiento crítico de escenarios, esquemas y tendencias de paz, con perspectiva regional y local. v. Dialogar con los actores en un contexto internacional y con especialistas que hayan desarrollado esa reflexión teórico-práctica en otros contextos. vi. Monitorear los trabajos desarrollados por otros actores, en regiones y localidades de países distintos. Este seguimiento permite adentrarse en otras culturas, conocer métodos de razonamiento y técnicas de tratamiento y transformación para la paz.

vii. Persuadir a los rectores universitarios y a las instancias académicas para que, con su capacidad de convocatoria y responsabilidad, se facilite reformular los currículos y los planes de estudio, tanto en ciencias sociales como naturales, incluyendo espacios académicos vinculados a la construcción de una nueva cultura de paz. viii. Agenciar los recursos para preparar a los profesores y a los egresados, para que puedan intervenir en la construcción de la paz con eficiencia y eficacia. ix. Organizar en las universidades, públicas y privadas, diplomados, especializaciones, maestrías y doctorados sobre los distintos aspectos del proceso de paz (liderazgo político, resolución de conflictos, implementación del Acuerdo, pedagogía de la convivencia, zonas de paz, problemáticas de la inclusión, políticas sociales, relaciones internacionales, análisis político moderno, y gobernabilidad...). No olvidar: Colombia es el mejor laboratorio para investigar la construcción de paz en nuestros días.

x. Fortalecer los centros de investigación y los proyectos sobre la paz, haciendo los respectivos seguimientos y produciendo resultados que planteen soluciones realizables. xi. Formar técnicamente grupos profesionales para administrar y difundir -pedagógicamente- las nuevas culturas en torno a la construcción de la paz,  el manejo del posconflicto y la implementación del Acuerdo. xii. Celebrar alianzas estratégicas, nacionales e internacionales, para facilitar el surgimiento de una nueva cultura de paz.

xiii. Acudir a la colaboración y el apoyo de instituciones expertas en la problemática de la paz y la solución de conflictos; especialmente a Naciones Unidas. xiv. Examinar y reformular las experiencias y aportes de las universidades públicas y privadas, vinculadas a los procesos de reinserción. xv. Replantear la formación política ofrecida a los estudiantes, para facilitar su compromiso con los principios de la democracia participativa, los partidos políticos y los movimientos políticos y sociales -de tal manera- que se cree una cultura política capaz de derrotar las prácticas clientelistas y corruptas vigentes.

xvi. Construir una agenda colectiva sobre temas significantes; propiciar un diálogo nacional incluyente; vencer el aislamiento, la incomunicación y la desconfianza entre diversos sectores; y dialogar puntualmente sobre las violencias, sus etiologías y alternativas. Muy útil se me presenta propiciar el encuentro civilista entre posiciones políticas diversas.

Comentarios finales. Los maestros universitarios estamos convocados a intervenir creativamente en el proceso de paz y a no olvidar que: “hacer no es agitarse; es realizar lo difícil”. Nos corresponde intervenir en la más ardua tarea, donde está en juego el destino democrático de nuestra gran Nación. El espíritu belicista debe ser confrontado por una muy bien informada y planeada solución política negociada.

Pensemos en la conveniencia de socializar y dialogar en torno al conjunto de las reflexiones planteadas, en todas las regiones colombianas. Debemos tomar conciencia de la gravedad del momento político contemporáneo y que la civilidad debe tener un papel protagónico en el país. El papel de los maestros -en el mediano y largo plazo- es vital para consolidar el proceso de paz. ¿No tendrá la razón el Señor Ex rector de la Universidad Nacional Moisés Wasserman, cuando sostiene que los maestros no deben ser el problema, sino que deben ser parte de la solución en la construcción futura  de la paz?

* Miembro de La Paz Querida.

roasuarez@yahoo.com

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