El menor arrepentimiento

David Yanovich
07 de abril de 2020 - 05:00 a. m.

Ya van dos semanas de la cuarentena decretada por el Gobierno Nacional y mucho se ha escrito con respecto a las eventuales consecuencias que este desastroso coronavirus va a tener sobre la vida de los colombianos y, en particular, sobre la economía.

Claramente hay un “trade off” entre la cuarentena y la economía que requiere la libre circulación de los ciudadanos para poder funcionar. Entre más se libere la circulación de personas, más riesgo se corre con el contagio; entre más se restrinja la libre circulación, más sufre la economía. No hay nada que hacer. Esa ecuación es irrefutable. Este es el enorme drama de quienes hoy definen la política pública.

¿Cómo decidir entonces hasta dónde llegar? ¿Qué tanto hay que extender la cuarentena? Estas preguntas, desde el punto de vista teórico, no se pueden contestar. Todo se vuelve un ejercicio empírico, un laboratorio del día a día que hay que ir midiendo y calibrando en todo momento.

Medir el impacto del contagio, medir la capacidad de la infraestructura física y el recurso humano del sistema de salud, medir el impacto en la economía a través del desempleo, del consumo y la inversión. Y calcular el momento en que el costo se come el beneficio, para tratar de prever en qué momento se debe apretar o aflojar una medida u otra. Y, para hacerlo más complicado, hay que tener en cuenta la temporalidad. No basta con el impacto solamente del corto plazo ni del largo plazo. Hay que balancear los dos.

Esto, sin embargo, no quiere decir que no haya ciertos principios que sirvan como derrotero para diseñar esta política pública. El principal, tal vez, es recurrir a lo que genere menos arrepentimiento a la sociedad. De qué nos podemos arrepentir más: ¿de prolongar la cuarentena en detrimento de la economía, poniendo en riesgo mayor desempleo, mayor caída del PIB, la posibilidad de que miles de familias vuelvan a caer en la pobreza? ¿O de aflojar las medidas de cuarentena, poniendo en riesgo más contagiados, eventualmente más muertos, estresando el sistema de salud?

Vaya dilema. La sociedad nunca se había enfrentado a una cosa así. Pero parece ser que la receta es la primera, procurando el menor impacto a la economía. Promover el distanciamiento social mientras se logran transferencias a las familias más necesitadas, focalizando los subsidios, protegiendo el empleo y diseñando programas de reactivación de la economía de gran impacto una vez comience a aflojar la cuarentena (un programa de obra pública importante, por ejemplo). En últimas, poner la totalidad del aparato estatal a suavizar la transición entre una economía parada y la eventual recuperación.

En muchos países esto se puede lograr a través de la autorregulación, donde la ciudadanía de manera responsable ejerce el distanciamiento social y hábitos de higiene extremos. Esto podría además alivianar aún más el impacto sobre la economía. También se puede lograr un menor efecto a través de la focalización de la cuarentena, para lo cual se requiere masificar las pruebas del virus entre la ciudadanía. En Colombia ambas cosas parecen ser, por ahora, una utopía.

El Gobierno va a optar por alargar la cuarentena, aunque ha mencionado el presidente Duque que con algunos ajustes en pro de la economía. Hay que hacer cuentas juiciosas sobre qué tanto estrés aguanta el presupuesto nacional para ayudar a soportar el mayor bienestar posible a quienes más lo necesitan, ayudando de manera directa a familias en situación de vulnerabilidad y a pequeñas y medianas empresas que requieren subvención para mantener sus empleos, con créditos con condiciones muy blandas y de repago en el largo plazo. Con medidas de este tipo, y la solidaridad y el apoyo de todos, se logrará la senda de menor arrepentimiento.

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