El miedo en su justa medida

Juan Felipe Carrillo Gáfaro
07 de abril de 2020 - 05:00 a. m.

Mientras las cifras sigan creciendo y nosotros sigamos muy pendientes de ellas, nuestro temor a lo desconocido seguirá la misma tendencia. Es normal tener un poco de miedo porque nunca nos prepararon para la sensación de ver al mundo paralizado; nunca aprendimos las dimensiones de una pandemia; nunca creímos que nos iba a tocar una cuarentena; y mucho menos imaginamos que nuestro enemigo común iba a ser algo que no podemos ver. Pese a todo y mientras dure, es importante hacer un esfuerzo para darle a todo lo anterior su justa medida para así cuidar nuestra salud mental. Me gustaría examinar a continuación dos de esos miedos que están por ahí rondando en este momento y analizar un poco sus alcances.

El primer miedo está relacionado con el objetivo principal de la cuarentena: evitar que colapse el sistema de salud y que en algún punto los médicos no se vean obligados a racionar la atención y elegir quién recibe un respirador. Entender este miedo como fundamental nos permitirá seguir dándole sentido al confinamiento y reconfirmar que sigue dependiendo de nosotros que las cosas no empeoren. Si el sistema colapsa, llegará la angustia y la terrible sensación de impotencia que se está viviendo en países como Italia, España y Estados Unidos.

Para enfrentar este miedo, la única solución real es respetar las indicaciones de expertos y gobernantes (a excepción de Trump, Bolsonaro, López Obrador, el presidente bielorruso y un par más) sin tampoco caer en la paranoia. En medio de la dificultad y el ejercicio de prudencia que la gran mayoría de nosotros está haciendo, no podemos salir a hacer mercado pensando en el temor latente del contagio. Es obvio que nadie quiere enfermarse en este momento, pero en el fondo es algo sobre lo cual no tenemos un control absoluto. Y si por alguna razón esto sucede, debemos tener la confianza intacta para convencernos de que lo vamos a superar. En todos los casos y en medio de tantas medidas para ralentizar/evitar el contagio, hay dos que son realmente claras: lavarse bien las manos y mantener una distancia suficiente con otras personas. Aprender a convivir con estas dos reglas por un buen tiempo asegurará el éxito de ese anhelado regreso a la normalidad.

El segundo miedo tiene que ver con lo que pase después de la pandemia. No hay que ser especialista en la materia para darse cuenta de las crisis que se avecinan. Es más, para muchas personas puede ser más grave lo que viene en términos económicos y sociales que la enfermedad misma. Es por esa razón que muchos de nosotros hemos desplegado mensajes de solidaridad y empatía en todo sentido con los demás. Nuestro manejo de la crisis futura dependerá de cómo entendamos el presente.

Si creemos, como lo comentó un lector en mi columna anterior, que este tipo de mensajes son hipócritas y moralizantes, lo único que haremos será ahondar la crisis. Hacer un llamado a la solidaridad en términos económicos y humanos en un momento de excepción como este, ni pretende hacer sentir mal a alguien ni busca acabar en unos días con la pobreza, el subdesarrollo, la falta de educación, las falencias en el sistema de salud, la corrupción y la violencia. Si bien la crisis se hará muy visible cuando salgamos de este letargo espaciotemporal, insisto que es ahora y no en un par de semanas que debemos empezar a construir mecanismos sólidos que nos permitan superar lo que está pasando y lo que viene.

Trabajar en esos mecanismos y en nuestros miedos desde ya, nos ayudará a estar pendientes de los peligros actuales del encierro: la violencia doméstica, la depresión, la sensación de que todo perdió sentido, la preocupación excesiva por todo lo que nos rodea. Así como debemos estar alerta, debemos estar tranquilos y seguir creyendo en la vida.

@jfcarrillog

 

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