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El mundo al revés

Mario Morales
15 de diciembre de 2008 - 12:19 a. m.

SÍ, ESTAMOS EN EL PAÍS DE LAS MARAvillas y, como Alicia, sólo falta atravesar el espejo para descubrir el mundo al revés que habitamos. Aquí todo pasa al contrario, y lo aceptamos como si fuera natural, cómplices de nuestra propia ficción.

Lo demuestran personajes como Íngrid Betancourt, que primero fue postulada al Premio Nobel de Paz y luego decidió crear una fundación para empezar a trabajar por los secuestrados.

O los miembros de la CNTV, que tras 18 largos meses de “estudio”, decidieron la “suerte” de la prórroga de los canales privados y del tercer canal y luego se sentaron a concertar.

O el gobierno Uribe, que interviene espectacularmente las pirámides y ahora no sabe cómo recuperar el dinero y resarcir a las víctimas.

O los funcionarios involucrados con los desastres que deja el invierno, como si no supieran desde chiquitos que este año también iba a llover.

O los investigadores y fiscales que primero detienen y luego deciden los pasos a seguir, como lo saben Jorge Noguera y Rito Alejo del Río, que compiten con otros señalados de vínculos con paramilitares por el mayor número de entradas a la cárcel.

O los genios que hicieron posible el “premio” al guerrillero Isaza por haber traído a la libertad a Óscar Tulio Lizcano. Ahora resulta que el procedimiento era una política de Estado desconocida.

O la repentina humildad con la que el vicepresidente reconoció en la evaluación ante la ONU nuestro deficiente promedio en materia de derechos humanos.

O la inusitada voltereta del Presidente, quien luego del publicitado silencio frente a la segunda reelección, ahora la pide a gritos como lo saben los oídos del presidente de la Cámara, Germán Varón, el “manzanillo perfumado de cuello blanco” como lo llamó Uribe cuando perdió el referendo.

Pero la culpa del mundo patas arriba no es de ellos. Es de nosotros que nos creemos personajes de Los Caprichos, la obra satírica de Goya, o que estamos en una pandemia de dislexia y que todos tenemos problemas de aprendizaje; o que nos quedamos, víctimas del síndrome de Alicia, incrustados al otro lado del espejo.

www.mariomorales.info

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