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La tensa situación en Venezuela hace que todos tengamos la sensibilidad a flor de piel, pero cuando las emociones son tan fuertes es importante regresar a los hechos y a partir de ahí revaluar posturas y opiniones.
Al momento de la quema de los camiones con ayudas del fin de semana se llega tras años de continua corrupción, represión y destrucción de valor. Fueron Maduro, Chávez y sus secuaces los que convirtieron la nación más rica de America Latina en la más pobre. Fueron ellos los que acabaron con la propiedad privada y ahuyentaron la inversión extranjera para borrar la producción local de alimentos y medicinas. Esos mismos que Maduro mandó a quemar sin importarle que su pueblo los necesitara solo con el objetivo de mostrarse fuerte y atornillado al poder. Una actitud de genocida. Nada nuevo.
¿Que hicieron con la riqueza? Se la robaron y la malgastaron. Tan solo en Florida, los socios del régimen son acusados de haber lavado más de US$ 1.200 millones, dinero suficiente para alimentar y proveer de medicinas a millones de personas durante años.
Según la revista Forbes, las reservas internacionales del país pasaron de US$ 30.000 millones en 2013 a menos de US$ 10.000 hoy. Los criminales en el poder han sabido robar y dilapidar más de US$ 20.000 millones.
El régimen ha encarcelado y matado a disidentes y opositores, armado a criminales para amedrentar a la población y creado vínculos criminales con narcotraficantes, guerrilleros y terroristas y, para rematar, provocado el éxodo de más de un millón de venezolanos a Colombia.
¿Que no es nuestro problema? No entender que todo lo que ocurre al otro lado de la frontera nos afecta directamente es negar el vínculo histórico que tenemos con quien otrora fue uno de nuestros principales socios comerciales.
Nadie quiere guerra, pero ignorar una crisis que cada día mata más hermanos y cultiva más problemas en Colombia es el acto más violento e indolente de todos. La compasión y compromiso es realmente lo único por lo que la historia nos juzgará sobre este momento.