El orden económico mundial en trance

Eduardo Sarmiento
14 de abril de 2019 - 02:00 a. m.

La economía mundial evoluciona con grandes sobresaltos. Desde la crisis de 2008, la constante de la economía global es la aparición de un área en crisis de escasez de divisas y caída del crecimiento económico. Mientras en el pasado la expansión de las economías se repartía en todas las áreas, en los últimos años significa la caída de alguna de ellas. En el 2008 le correspondió a Estados Unidos, en el 2011 a Europa, en 2014 a América Latina, y ahora vuelve a Europa, con Alemania a la cabeza. La impresión es que estamos en un mundo en que no caben todos los países. Siempre hay un grupo en crisis.

Como lo señalé en varias columnas, se ha regresado a mediados del siglo XX. En ese entonces el desarrollo y el progreso eran determinados por la generación de divisas y por la capacidad de adquirir bienes en el exterior. El desempeño, en particular en los países en desarrollo, como era el caso de América Latina, era determinado por la disponibilidad para adquirir los bienes esenciales de capital y consumo en el exterior. Algunos países adoptaron transformaciones administrativas para moderar la dependencia de la economía mundial. Así, en el gobierno de Carlos Lleras se instauró un sistema de control de cambio que racionaba las divisas y se siguió un programa de diversificación de exportaciones sin precedentes. La economía dejó de operar con restricciones de balanza de pagos y freno a las importaciones esenciales. En los veinte años siguientes
el producto nacional creció al ritmo más alto de la historia registrada.

En la globalización se pretendió fortalecer el sistema con mecanismos automáticos de ajuste. Se consideró, con base en las teorías dominantes, que el resultado se podía lograr con la modalidad de cambio flotante y con bancos centrales autónomos que intervinieran la tasa de interés. El mecanismo es simple. Cuando un país enfrentaba limitaciones de divisas, la tasa de interés bajaba, el tipo de cambio se devaluaba y el déficit en cuenta corriente se reducía. El sistema funcionó bien al principio, en especial en los países avanzados. Las variaciones menores de la tasa de interés les garantizaba la independencia de la balanza de pagos. El desempeño dependía de sus políticas propias.

El sistema dejó de funcionar cuando la tasa de interés mundial llegó a cero. Las economías se vieron abocadas a excesos de ahorro que no pueden contrarrestarse con las políticas monetarias y fiscales tradicionales, es decir, de baja de tasa de interés y déficit fiscal financiado con títulos de ahorro. La actividad productiva y el empleo operan por debajo de su potencial.

El problema no se resuelve modificando las proyecciones del FMI, ni las votaciones públicas de la junta del Banco de la República. Lo que se requiere es una nueva teoría económica para un mundo de tasa de interés cero que no aparece en los libros de texto más promovidos. En varias de mis obras (Economía y globalización) se muestra cómo las economías con exceso de ahorro funcionan en forma muy distinta a las visiones convencionales de tasa de interés positiva.

En fin, los países están expuestos a caídas de los ingresos externos que se llevan consigo la producción y el empleo. Las economías se tornaron altamente dependientes de las balanzas de pagos. El aumento del déficit en cuenta corriente da lugar a una contracción del mismo orden en la producción. En términos simples, fracasó el orden económico mundial basado en el tipo de cambio flotante y la autonomía de los bancos centrales para influir la tasa de interés. La alternativa es un banco central altamente coordinado con la política fiscal, cambiaria y comercial, a tiempo de una abierta regulación del tipo de cambio mediante la compra y venta de divisas.

 

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