El país que decidió no ser rico

David Yanovich
26 de agosto de 2019 - 05:00 a. m.

A Colombia siempre la han descrito como un país con más futuro que pasado. Entre otras razones, por contar con abundantes recursos naturales y con gran potencial de generar riqueza para las generaciones actuales y venideras.

Pero hay algo que nos impide desarrollarlo, y la causa no está en factores externos. Son las decisiones que, como sociedad, más mal que bien, estamos tomando.

Decisiones como la de la mina de oro en Cajamarca —uno de los depósitos de oro más importantes de América— o como la del fracking muestran una sociedad, en el mejor de los casos, desconfiada de la tecnología y las mejores prácticas en relación con el desarrollo de proyectos de gran impacto, y en el peor de los casos, la tiranía de una minoría que busca rentas sin esfuerzo y que ha impedido de manera egoísta el goce de la riqueza y el bienestar del resto de la sociedad.

Para poner el tema en perspectiva: solamente en términos de regalías de petróleo y gas provenientes de fracking (sin incluir las de minería, o el impacto en PIB, o en empleos), el país estaría dejando encima de la mesa entre $36 billones y $110 billones. En términos de impuesto de renta exclusivamente, el presupuesto nacional dejaría de recibir entre $33 billones y $50 billones adicionales.

Y la forma como se toman estas decisiones, de gran trascendencia para el bienestar de la sociedad, tampoco parece ser la más acertada. ¿Realmente son los ciudadanos de una única población los llamados a determinar, a través de una consulta, si se debe explotar o no un yacimiento de oro? ¿Son los magistrados del Consejo de Estado, todos muy conocedores de la legislación y la ley, pero poco de los temas técnicos, quienes deben decidir si se hace fracking o no en Colombia?

Las cortes y las urnas no parecen ser los mejores escenarios para dar las discusiones sobre estos temas. En la medida en que se pueda probar que la explotación seria y bien manejada de los recursos naturales no afecta de manera irreversible el medio ambiente o el bienestar de una población, no deberían existir mayores obstáculos para poder operar. Eso sí, con los más rigurosos estándares, sin los cuales no debería existir ni licencia ambiental ni social para estos proyectos.

Y aquellos que insisten en que la explotación de los recursos no se haga en su patio trasero deberían automáticamente renunciar a recibir sus beneficios. No es posible que estén en contra, pero a su vez disfruten de los beneficios que trae. Si hay una decisión de no dar licencia social para explotar un proyecto, automáticamente habría que eliminar el giro de regalías.

Recursos fósiles, recursos naturales renovables, amplios espacios con capas vegetales fértiles, sol y lluvia. Ríos navegables y montañas franqueables por el ingenio humano, con la posibilidad de acceder a recursos de tecnología y conocimiento, gracias a la globalización. Un recurso humano en su mayoría trabajador, alegre, solidario e inteligente, con enormes deseos de progresar. Sin duda, el país ha avanzado mucho, logrando importantes victorias en términos de salud, pensiones, inversión social, protección al medio ambiente y generación de riqueza.

Sin embargo, una minoría alimentada de dogma, desconfianza, ignorancia y falsas verdades con megáfonos en la política, las cortes y las redes sociales es la que obstaculiza una enorme fuente de riqueza para el país.

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