Los artistas o sacerdotes que hace más de cinco siglos hicieron este tocado de plumas caudales de quetzal engarzadas en oro para la corte de Moctezuma no podían imaginar la extraña suerte que iba a correr ese objeto fantástico.
Hoy México lo reclama como parte sagrada de su memoria histórica y Austria no solo le responde que no puede moverlo del sitio donde lo tiene exhibido en el centro de Viena, porque cualquier movimiento podría deteriorarlo, sino que esa obra de arte forma ya parte del ADN de los austriacos y no podrían desprenderse de él.