El penúltimo dictador

Jorge Eduardo Espinosa
30 de abril de 2018 - 02:00 a. m.

¿Caerán Daniel Ortega y Rosario Murillo en Nicaragua? Esta es la historia triste del penúltimo sátrapa de la región, nacido el año del fin de la Segunda Guerra Mundial en un país gobernado por otra dinastía de sátrapas, los Somoza. Allí estarían, abusando del poder, desde 1934 hasta 1979. Los padres de Ortega, Daniel y Lidia, eran opositores al régimen dictatorial que primero financiaron los gringos y después traicionaron, cuando el Secretario de Estado del gobierno Carter, Cyrus Vance, escribió a Somoza Debayle (hijo de Somoza García) en el Telegrama Secreto 183243 “Yo lo invito a organizar su partida sin demora”. El mensaje era claro: te vas porque no cumpliste lo que prometiste al presidente Carter y el derramamiento de sangre solo empeorará. Años antes el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) se fortalecía y contaba entre sus filas con un joven Daniel Ortega, que se convertiría en comandante del movimiento desde 1965. Dos años después, en el 67, Ortega es detenido por el atraco a un banco y torturado en la cárcel hasta su liberación en 1974. De allí sale para Cuba a oír los consejos del papá de todos, Fidel Castro, que logra reconciliar a las distintas facciones del FSLN en una causa común: la liberación de Nicaragua de la bota de hierro de la dinastía Somoza. En 1978 el soñador Daniel Ortega se enamora de Rosario Murillo, hoy la vicepresidenta del país, y que se convertiría en su cómplice incondicional en el delito. En 1984 hay elecciones democráticas en Nicaragua. Ortega, entonces el hombre fuerte del FSLN, las gana con el 63% de los votos.

Luego Ortega pierde las elecciones de 1990 contra la Unión Nacional Opositora, un conglomerado de partidos de derecha encabezados por Violeta Chamorro. Recuperaría el poder en enero del 2007 y no lo ha soltado desde entonces. El poeta Ernesto Cardenal diría en una entrevista en 2015 “fue una revolución muy bella, lo que pasa es que fue traicionada, lo que hay ahora es una dictadura familiar de Daniel Ortega. Eso no fue lo que apoyamos nosotros”. No ha sido el único símbolo de la revolución del FSLN que ha terminado condenando al dictador Ortega. Sergio Ramírez, el escritor, fue su vicepresidente en el primer periodo de su presidencia. Pero luego, el día que se atrevió a criticarlo, el Instituto Nicaragüense de Cultura lo veta y le prohíbe escribir en la antología del poeta Martínez Rivas. Sería la venganza definitiva de Ortega y de Murillo contra un hombre que lo amenazaba con palabras, argumentos, narraciones.

En los últimos días miles de jóvenes nicaragüenses han salido a las calles a protestar y a pedir la renuncia del dictador. El propio Ramírez, cuando hace unos días le entregaron el Premio Cervantes, recordaba que era posible “devolver a Nicaragua la esperanza de que la vida democrática, con libertades plenas, es posible; que es posible derrotar las mentiras oficiales que prometen felicidad a la fuerza, administrada desde arriba”. En las calles se van acumulando los muertos por la violencia ordenada por el gobierno. No hay ya ninguna diferencia entre Somoza y Ortega. El ex revolucionario se ha convertido en todo aquello que decía repudiar cuando teniendo 18 años ingresó al FSLN con la esperanza de devolver la libertad a su país. Si Somoza regaló la dignidad de Nicaragua a los intereses del país del Norte, Ortega cruzó el Pacífico para hacer lo propio con China. Si la calle no pierde la fuerza, el gobierno caerá y en la región quedará solamente el dictador venezolano.

@espinosaradio

 

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