El placer de linchar: una defensa de Especiales Pirry

Santiago Villa
28 de febrero de 2017 - 02:00 a. m.

Cuando trabajaba en Especiales Pirry (fui investigador de enero del 2010 a diciembre del 2012) fuimos contactados por el primer abogado de Carlos Cárdenas para hacer un programa exclusivo con su testimonio. Era mediados de 2012 y Cárdenas acababa de ser vinculado al proceso. Me pareció un muchacho normal, no muy articulado y bastante abrumado por la inculpación. Su madre era una mujer de carácter fuerte. Muy preocupada por la situación jurídica de su hijo, como es natural, y dispuesta a protegerlo. El abogado proponía un programa centrado en la exclusiva de su entrevista. 

Fui sincero con ellos. Habíamos convenido con Pirry una aproximación. Como siempre, Pirry y yo estábamos en la misma página con respecto al enfoque del caso Colmenares. La mayor ventaja de trabajar en Especiales Pirry, además del fantástico equipo del programa, fue la sintonía ética con Pirry. Nunca tuve la menor molestia con respecto a la candidez y profundidad con que se debía trabajar un tema. Siempre con total libertad, sin censura y con una aguda conciencia de la responsabilidad pública que tenía el programa. Él es un periodista íntegro. 

La verdad es que el caso Colmenares no nos interesaba. Al menos periodísticamente. La historia estaba en uno de sus auges mediáticos más intensos y nos incomodaba mucho el desequilibrio entre la virulencia del cubrimiento de los medios y la facilidad con que el público estaba lanzando juicios, en medio de un expediente de confusiones torrenciales. 

No queríamos que Especiales Pirry hiciera parte del circo. Para el programa siempre fue más importante la investigación que la exclusiva, y la verdad, más allá de la entrevista no veíamos nada que pudiéramos aportar al tema. Por lo tanto, en la reunión les dije que si hacíamos la entrevista también íbamos a hablar con todas las demás partes y procuraríamos hacer un programa objetivo, que no privilegiara una versión sobre otra. Además, les dije que más que el caso en sí me interesaba un programa sobre cómo la sociedad y los medios estaban tratando el tema. Al final no hicimos la entrevista.

El caso Colmenares se había vuelto el espejo de un lado oscuro de los medios de comunicación, privilegiar la chiva o la exclusiva sobre la información en contexto, como parte de un análisis riguroso. También reflejaba un lado oscuro de la sociedad: el placer de linchar a personas que están siendo procesadas por homicidios que tienen móviles privados, incluso íntimos. 

No tiene nada de nuevo que un juicio se vuelva un espectáculo público. Fiodor Dostoievsky, el maestro de la literatura sobre el crimen, dedica los últimos capítulos de su última novela al carnavalesco y trágico juicio por el homicidio de Fiodor Karamasov. No cuento el final para no tirarme la novela, pero el caso Colmenares fue una especie de juicio Karamasov a lo criollo. 

Es un hecho que las redes sociales han estallado en exigencias de castigo a sospechosos contra quienes no hay suficientes pruebas. 

Casi un año más tarde, cuando yo ya estaba fuera del programa (y de Colombia), Especiales Pirry le dedicó un domingo al caso Colmenares. Fue un programa equilibrado, juicioso y polémico. Por no participar del linchamiento de Laura Moreno y Jessy Quintero, en redes sociales dijeron que a Pirry lo habían comprado. Es difícil ir a contracorriente de la turba, pedirle que baje las antorchas y sopese los argumentos.

Es válido estar indignado y entristecido por la muerte de Luis Andrés Colmenares y por el insondable dolor de sus padres, pero es temerario lanzar juicios con la escasa información veraz de la que se dispone. ¿Si no le creemos a las pruebas técnicas, entonces a qué? ¿A nuestros instintos? ¿A nuestros prejuicios? ¿A nuestras habilidades de detectives principiantes? Quedaron muchas dudas y preguntas abiertas en el caso Colmenares, pero tras seis años de investigación, no hay pruebas que permitan condenar a alguien. Si queda alguna duda, es preferible que los sospechosos sean exonerados a que cumplan años de condena por un crimen que no cometieron.

Entretanto, Especiales Pirry no volverá a ser emitido. A menos que hayan cambiado las cosas en RCN durante los cinco años que no he estado allí, pensaría que el programa de Pirry se canceló por algo que resulta tan complejo como la censura política: la censura del rating. Y es por censuras de este tipo que en los "casos Colmenares" de Colombia prevalece el circo mediático de la exclusiva y la chiva, sobre el análisis sosegado. A la larga, es este mismo periodismo el que es cómplice del placer del linchamiento de las redes sociales. Son un círculo vicioso. La calidad del periodismo es un barómetro de la cabeza fría y la capacidad de análisis de una sociedad. 

Y por una de esas casualidades que plagan nuestras vidas, cuando vi ayer en YouTube el programa sobre el caso Colmenares, me sorprendí con que Pirry hace una actualización de la última investigación que hice para Especiales. Un capítulo sobre la restitución (o no-restitución, mejor dicho) de las tierras de campesinos en La Jagua de Ibirico, departamento del Cesar. Sifredy Culma, una de las víctimas, había sido amenazado nuevamente por reclamar sus tierras. Esta vez por Los Urabeños. Algunas cosas nunca cambian. Averiguaré por la situación actual de Sifredy y las víctimas de La Jagua durante esta semana, y actualizaré su historia en mi siguiente columna.

Twitter: @santiagovillach

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