Sombrero de mago

El poder de las mentiras

Reinaldo Spitaletta
25 de abril de 2017 - 03:00 a. m.

Puede ser que un político, un líder o un caudillo mientan para subir el ánimo a sus subordinados, como ocurrió, por ejemplo, con la leyenda que Bolívar creó acerca de los átomos de Antonio Ricaurte en San Mateo. Que ni voló como el resto del polvorín ni escribió nada con llamas (como lo dice un versito del Himno Nacional). Se trató de una treta de don Simón (crear un héroe) para insuflar ánimos a las tropas patrióticas que combatían a la Corona española.

Pero que haga de la mentira un lema, una divisa, un propósito, sí que es, más que una canallada, una arbitrariedad. Un irrespeto a la historia y la dignidad. Ha sucedido millones de veces. La mentira se ha instaurado, desde “la noche de los tiempos”, en el ejercicio político. Tanto, que, para no ir muy lejos, el narcisista Joseph Göbbels, propagandista del nazismo, lo proclamó como una de sus ‘verdades’: “una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”.

Historiar la mentira debe de ser una labor ingente. Compleja y necesaria. Y casi todas la estirpe de los bulos y las falsías están conectadas con la política y el poder. Muy distinto a las mentiras (bellas mentiras) de la literatura, que, por lo demás, se convierten en verdades sobre la condición humana y sus miserias. “Las mentiras de las novelas no son nunca gratuitas: llenan las insuficiencias de la vida”, escribió Vargas Llosa en la introducción de su libro La verdad de las mentiras.

Las mentiras del poder, por el contrario, arremeten contra la existencia y, en innúmeras ocasiones, conducen a genocidios, creación de campos de concentración y exterminio, a las más abyectas formas de lo inhumano e irracional. Abundan los ejemplos, que pueden ir desde los pretextos y mentiras ventilados por los estadounidenses en casos como el de la invasión a Irak,  hasta las farsas montadas sobre los sabios de Sión (a fines del siglo XIX), el judaísmo, y, después, acerca de los “inferiores” (gitanos, comunistas, homosexuales…) diseñada por el régimen hitleriano.

Dentro del inmenso catálogo de mentiras, como las trampas y montajes diseñados  por la CIA (y del otro lado, la KGB, el Mossad, etc.), están las de, mediante hechos falseados, inventar ataques y otros disturbios para que sirvan como pretexto de invasiones y golpes de Estado. Los casos de “ataques de falsa bandera” constituyen una vasta muestra de la mentira y los sesgos del poder.

Uno de ellos fue el que se cranearon los nazis para justificar la invasión a Polonia. En los juicios de Núremberg se supo cómo la Gestapo preparó un falso ataque de polacos contra instalaciones alemanas. Uno de esos fue el conocido como “incidente Gleiwitz” en el cual, el 31 de agosto 1939, las tropas de las SS, vestidas con uniformes polacos, atacaron una estación de radio alemana y luego culparon a tropas de Polonia.

Uno de los incidentes más célebres en la historia es el promovido por los Estados Unidos, en 1964, cuando manipuló datos y hechos para que pareciera que barcos de Vietnam del Norte habían disparado contra un barco estadounidense, en el golfo de Tonkin. Washington creó un ataque de “falsa bandera” para justificar su invasión a Vietnam.

Y un incidente similar montó el Kremlin. Oficiales militares y de inteligencia rusos de alto nivel, admitieron que la KGB hizo saltar edificios de apartamentos en Rusia en 1999 y falsamente culpó de los atentados a los chechenos, con el fin de tener pábulo para invadir a Chechenia. El ataque se produjo poco después de que Vladimir Putin abandonara sus cargos de jefe tanto de la FSB (la antigua KGB), como del Consejo de Seguridad.

El 29 de mayo de 2003, el presidente George Bush dijo: “Hemos encontrado las armas de destrucción masiva (en Irak). Así como los laboratorios biológicos”. Una mentira colosal que le permitió invadir a los iraquíes, con un trasfondo de negocio petrolero y de transnacionales de la reconstrucción. Antes, hubo en EE. UU. “ataques de falsa bandera” con ántrax. El FBI admitió después que los ataques con ántrax del año 2001 fueron llevados a cabo por uno o más científicos del gobierno de Estados Unidos.

Después, un alto funcionario del FBI admitió que esa organización fue instruida por parte de funcionarios de la Casa Blanca, para culpar de los ataques a Al Qaeda. Y así, las muestras de la infamia están por doquier. Como la que en Colombia, no hace mucho, cometió el gobierno nacional: los “falsos positivos”, en los que el ejército asesinó a decenas de civiles a los que disfrazó y acusó de pertenecer a la guerrilla.

Y así, hasta perder la cuenta. ¿Cuántas mentiras el poder disfraza de verdades?

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