El presidente Duque pierde otra oportunidad

Luis I. Sandoval M.
12 de mayo de 2020 - 05:00 a. m.

Distintos caminos han tomado los gobiernos para manejar y superar las disolventes circunstancias de la pandemia. El de Colombia en cabeza del presidente Iván Duque Márquez, cobijado por la sombra del “presidente eterno”, a nombre del Partido Centro Democrático, optó por una gobernanza bonapartista, dadivosa y represiva, restrictiva de libertades e instituciones democráticas.

El Presidente prefirió aprovechar la pandemia para afianzar los rasgos más nocivos y antipáticos del régimen: seguir reduciendo los alcances del acuerdo de paz, sustituyéndolo por el simulacro de la “paz con legalidad”, repartir auxilios, subsidios y mercados nadando en un mar de clientelismo y corrupción, mantener el derecho a la salud sometido al apetito voraz e incontrolado del mercado (EPS nacidas de la ley 100), favorecer de manera desvergonzada a los bancos que han visto rebosantes sus arcas mientras mantienen su tradicional cicatería ante las demandas de los más necesitados de recursos.

No se incluyó a los cuerpos colegiados de la democracia –senado, cámara, consejos municipales, juntas administradoras locales- en las excepciones al confinamiento, como si se quisiera entorpecer el control político democrático que es ineludible ante una declaración de una emergencia económica y social. La rama judicial solo parcialmente funciona. Se reprimió con dureza, a todas luces excesiva, el intento de fuga de reclusos el 21 de marzo produciendo una masacre de 23 personas en una sola cárcel, La Modelo de Bogotá, y otras muertes en cárceles de diferentes regiones. Lo que ocurre en la de Villavicencio con cerca de 800 contagiados explica por qué los reclusos intentan una y otra vez, por ley o por fuerza, recuperar la libertad para tratar de salvar la vida. La utilización implacable de la fuerza policial en varias ciudades contra demandantes de alimentos, impelidos por el hambre (los “atenidos” de que habla la Vicepresidenta), ha sido de una torpeza y crueldad inexcusables.  

Con egoísmo y gula escandalosos cogió plata de la paz para montar una campaña mediática de imagen presidencial y otra porción cuantiosa de recursos públicos, en medio de la precariedad de hospitales y personal de salud, para comprarse camionetas blindadas que lo defiendan de la guerra que él mismo no quiere acabar.

Sin olvidar el escándalo del Ministro de Agricultura, que reedita Agro Ingreso Seguro, con la plata de Finagro para los pequeños agricultores que terminó en manos de los grandes. Hecho que ya investigan Contraloría y Fiscalía y que ni el Centro Democrático ni el Partido Conservador, partidos de gobierno, han rechazado. Escándalos en la policía y en el ejército por corrupción en vivienda y compras y, de nuevo, el escándalo de chuzadas, ahora “perfilamientos”, de la inteligencia militar a figuras destacadas de la oposición y de la prensa. Y, por  supuesto, sin olvidar la Ñeñe política que devela la compra gigantesca de votos en la campaña del Presidente de la República, hecho que se ha silenciado en medio de la avalancha noticiosa de la pandemia.   

Lo más sensible y grave: el Presidente desaprovechó, en miopía protuberante, la actitud cooperativa de la oposición, del liderazgo de la protesta social en curso desde el 21N de 2019, y el ánimo tranquilo y disciplinado con que la ciudadanía, resiliente y responsable, aceptó afrontar las duras circunstancias del confinamiento. Desaprovechó, no entendió, no tuvo la dimensión de estadista necesaria para concretar, por fin, el gran acuerdo nacional, que anunció el 7 de agosto de 2018 y que ha amagado todo el tiempo.

El país, presa del miedo, ha visto que no tiene Presidente pero sí un recursivo jefe de una oficina de desastres instalada en la Casa de Nariño que sabe animar, con calidades insospechadas, al mejor estilo de “yo me llamo”, un espectáculo en el que aparecen desde la glamorosa vicepresidenta, el inefable ministro de salud, el irresistiblemente amable ministro de hacienda, hasta el niño prodigio de Planeación Nacional que se hace lenguas hablando de la proeza de corregir la injusticia del IVA con 75.000 pesitos que ahora y en el futuro se girarán a los más vulnerables cada dos meses. ¡Vaya corrección de un sistema radicalmente injusto que, además, es corrupto hasta los tuétanos!

Para contribuir al buen suceso del Programa Prevención y Acción que se trasmite por tv todos los días a las 6 pm, en tres entregas de esta columna (14, 21 y 28 de abril), hice preguntas sugeridas por la gente del común, líderes y lideresas sociales, médicos, economistas, salubristas y epidemiólogos. Inclusive me atreví a sugerir una ligera modificación al formato del programa para dar cabida a preguntas serias encaminadas a la solución de los angustiosos problemas vividos en barrios de extrema pobreza, cárceles con contagio galopante, hospitales sin dotación, personal de salud sin ropa de protección, sin contrato o sin salario. Efectivamente se incluyeron preguntas de los televidentes, pero solo las que facilitan la ampliación de la propaganda al “gran esfuerzo” gubernamental y al de “mi esposa, la primera dama de la nación”. No todo irá tan bien cuando Álvaro Uribe, entre cínico y demagógico, se ve en la necesidad  de lanzar el derrotero “!Crisis sin hambre!”        

El país no puede pasar por alto que efectivamente se ha echado mano de una enorme cantidad de recursos, más de 30 billones, 3 puntos del PIB, que se están subsidiando las nóminas de empresas de todo tamaño (350.000 mensuales por cada trabajador durante 3 meses), facilitando las cosas a las grandes y haciéndolas casi imposibles a las pequeñas, que se procederá a un endeudamiento público adicional de 40 billones y que se abrió cupo de crédito con el FMI por cerca de US$ 11 mil millones, que se están haciendo previsiones para la recuperación de la economía en la poscrisis, pero todo ello sin cambiar un ápice la estructura del modelo económico, social y político que nos rige. ¡Oportunidad perdida¡ 

Hay que correr el velo de las apariencias, superar el espejismo creado por la favorabilidad de las encuestas. Nada cambiará para mejorar, mucho se anuncia que puede empeorarlo todo: reforma laboral (pensiones, parafiscales, tiempos de trabajo, convenciones colectivas…), contrariando Convenios de OIT y la propia Constitución Política (Arts. 53 y 93), lo que hará más difícil el diario vivir de millones en sectores medios y populares de la ciudad y del campo. No se ve ningún ánimo para proseguir y culminar los diálogos de paz, ni para dar pasos de profundización de la democracia, ni para reparar a las víctimas del largo conflicto armado interno, ni para detener la matanza de líderes sociales, ni para adelantar la sustitución voluntaria de cultivos de coca, ni para instalar estructuras que aseguren mejor distribución de recursos públicos y riqueza social. ¡Oportunidad perdida¡    

Colombia está desaprovechando la crisis para emprender la construcción de un país que sea la casa confortable de todos. Todo indica que pasará la pandemia y nos encontraremos con la misma estructura de exclusión, burla de derechos, empobrecimiento de las mayorías, violencia y corrupción. El país sigue en la inercia de la corriente como las barcazas artilladas que se fueron solas, sin control, a Venezuela por el Orinoco... Enorme reto para las fuerzas alternativas portadoras de paz, justicia y dignidad. 

@luisisandoval luis.sandoval.1843@gmail.com    

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