Lo divino y lo humano

El presidente no agarra una

Lisandro Duque Naranjo
26 de noviembre de 2018 - 05:00 a. m.

Hay muchas actitudes del presidente Duque que me desconciertan y trato de encontrarles el lado benévolo, a ver si me resulta soportable, o creíble, que él sea presidente del país en el que habito. No porque quiera sentirlo como “mi presidente” necesariamente. Eso nunca me ha ocurrido con ninguno de los tantos que me han tocado, pero ellos por lo menos tenían la ventaja (excepto Andrés Pastrana, que fue una especie de embajador de Disneyworld en Bogotá) de que eran personas con visiones del mundo radicalmente contrarias a las mías. Duque, en cambio, con eso de la economía naranja, parece un promotor de autoayuda, como si su partido de gobierno fueran el padre Lineros o Santiago Rojas.

El hecho es que no me acostumbro a asumir a Iván Duque en el rol presidencial porque, a diferencia de un villano como NHM, de quien entiendo todo y puedo calcular sus próximos movimientos, como si yo fuera el inspector Maigret, el actual presidente no me ofrece referentes fáciles de identificar. Yo lo veo en palacio, por ejemplo, firmando y discurseando, y me siento igual que cuando entro a un ascensor y coincido ahí con un muchacho con audífonos escuchando reguetón completamente desconectado del mundo, y ni nos saludamos.

Obvio que el presidente no tiene la culpa. Incluso me la echo a mí mismo, por viejo: es que los viejos no entendemos, me digo. Y finalmente este joven, que ni siquiera es estirado como quien lo precedió en el cargo, ni violento como su jefe, es de otra generación. Yo qué hago, el que no da la talla soy yo.

El problema es que él tampoco parece entender a los más jóvenes ni ser entendido por ellos. Esa incompatibilidad tiene un agravante adicional: el ahora presidente cursó su pregrado en “la Sergio” y en filosofía, que en esa universidad es como una teología católica. Y sus penúltimos 13 años los pasó en Washington, viendo a diario a Luigi Echeverry, una especie de texano paisa, tutor suyo, cuyas metáforas más asiduas son sobre novillos, corrales, sogas, etc. Hasta allá debió andar con botas y espuelas. Y debe ser quien aquí, en cuchicheos con el ex de Fenalco, manda a los Esmad a prender las ciudades. A él lo ponen a entretenerse con Maluma.

¿Es de extrañar entonces que Duque no se pille ni media de lo que le dicen los líderes estudiantiles? En absoluto. Por eso se aparece con lo de las donaciones de los ricos para resolver los problemas presupuestales de las universidades públicas. Su neoliberalismo compasivo es muy básico.

Pero además, y su berrinche es sincero, se lamenta de que ese problema venía del Gobierno anterior. Pues sí, y no solo eso: realmente venía de los gobiernos anteriores, comenzando por los de quien lo impuso en ese cargo. ¿Se imaginan si se aparece con la misma respuesta a propósito de la restitución de las tierras robadas mientras él estaba en Washington, inocente de todo? ¿Irá a decir entonces: “¡Yo no estaba aquí!”?

Por eso no me suena bien que los líderes universitarios que negocian en la mesa digan que al presidente “le falta voluntad política”. No es eso, muchachos, lo que pasa es que el presidente no entiende el problema. Y ustedes van a tener que hacérselo entender. Ya van tres a cero con lo de Rogers Waters y Residente, porque lo de Maluma fue un autogol. Nos vemos el 28.

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