El problema de los premios artísticos

Manuel Drezner
14 de febrero de 2020 - 02:00 a. m.

Es algo que siempre se menciona y que se repite una y otra vez, que lo de los premios artísticos siempre acaba dejando mal sabor en la boca. El ejemplo clásico es el de los Nobel, al cual han accedido muchos escritores de dudosa trascendencia, pero que les fue negado a figuras como Tolstói, Kafka, Borges, Roth, entre otros, mientras que muchas veces colegas de los miembros de la Academia Sueca no se han dado cuenta de la incompatibilidad que existe y reciben el premio sin sonrojarse. Lo que pasa es que como se equipara un premio de esta índole a una especie de campeonato artístico, eso quiere decir que se está haciendo un juicio cuantitativo, en que se dice más o menos “este es el mejor”, cuando lo que hay es algo cualitativo, donde las matemáticas no tienen lugar. Por eso los premios de esta índole son recibidos por los que algo saben del tema con un grano de sal.

Lo anterior a propósito de lo que ha venido sucediendo con los premios de la Academia Cinematográfica, llamados popularmente los Óscar, nombre medio absurdo que se originó cuando una secretaria menor al ver la estatuilla mencionó que ella se parecía a su tío Óscar. Tío que, dicho sea de paso, debió haber sido bien flaco y contrahecho porque la figura del premio es así. Lo digo porque el año pasado fue excepcionalmente pródigo en excelentes películas, como El irlandés, que hay quienes clasifican como obra maestra; como Érase una vez en Hollywood, igualmente excelente película con un desarrollo original, y como 1917, una amarga reflexión. Pero la que ganó fue una comedia trágica coreana, que no solo recibió un premio, sino dos, a la mejor película, ignorando unos logros auténticos de cineastas importantes. Por otra parte, las mujeres se han quejado de que a pesar de que hubo importantes producciones dirigidas por ellas, no fueron tenidas en cuenta para nada. No es que la premiada sea mala, pero si se compara con las otras mencionadas hay un abismo conceptual y de desarrollo que hace aún más inexplicable el premio. Es posible que lo que suceda es que la votación se ha democratizado en extremo y muchos de los que emiten ese voto no tienen la suficiente cultura cinematográfica, y eso explica, pero no justifica, que un premio que muchos consideran que es consagratorio se les niegue a auténticos logros para dárselo a obras que son agradables, pero definitivamente menores.

 

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