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El proceso de paz cuatro años después

Santiago Villa
04 de diciembre de 2020 - 03:00 a. m.

El título del proceso de paz ya es obsoleto. No tenemos paz, así que ni hablar de que sea estable ni duradera. Es posible que la implementación del Acuerdo eventualmente sirva para apaciguar al Eln, las disidencias de las Farc y los diversos grupos armados que operan sin un discurso político que les dé una pátina de legitimidad, o que operan con discursos de derecha. Lo más probable es que no.

¿Cuál fue entonces el valor de la firma de un acuerdo que, si bien promete paz, resulta que antecedió el más alto nivel de asesinatos de líderes comunitarios, activistas y excombatientes de los últimos 20 años?

Hay tres respuestas: una contrafactual, otra efectiva y otra prospectiva.

La contrafactual es que el país estaría en una situación menos crítica si el Acuerdo de Paz se hubiese implementado desde el principio, con celeridad, comenzando por las zonas más complejas y que hoy son las que están ahogadas en violencia.

No solo hubo demoras para comenzar la implementación y fortalecer la presencia militar en las áreas que dejaban las Farc durante el gobierno de Juan Manuel Santos, sino que el gobierno de Iván Duque prácticamente guardó el proceso en un cajón.

Ahora, el Acuerdo de Paz, y sobre todo la propaganda política que se hizo en torno a este para ganar el plebiscito, creaba falsas expectativas. Por mucho que avanzara la implementación, la justicia nunca iba a ser completa, y la verdad y la restitución siempre iban a ser parciales. Al tiempo, los cabecillas de la organización iban a recibir todos los beneficios del Acuerdo, como libertad de movimiento y curules en el Congreso.

El Acuerdo, tal como se vendió y está escrito, nunca se iba a cumplir del todo. ¿Quiere eso decir que fracasó?

Los expertos que reunió el Carr Center for Human Rights Policy de la Universidad de Harvard el mes pasado, en el marco del lanzamiento de su reciente informe sobre el progreso del proceso de paz, coinciden en que no. Los avances del Acuerdo han sido más positivos de lo que imaginamos. Simplemente, para medir su éxito, es mejor no comparar los resultados con sus enormes ambiciones, sino con otros casos similares en el mundo.

El Acuerdo de Paz, por ejemplo, tiene los programas, proyectos, y leyes de restitución y atención a víctimas más completos del mundo.

Esto nos lleva a la respuesta efectiva. El Acuerdo ha generado un profundo quiebre en la dinámica del conflicto colombiano. Ha logrado sacar del tablero al actor más importante (si bien una minoría luego intentara rearmarse, como suele ocurrir en estos procesos).

Ha integrado, bien, mal y regular, a los miembros de las Farc, que no salieron de la guerra para ir a la cárcel. Puede molestarnos que esa libertad la reciban antes de confesar sus delitos. Incluso puede molestarnos si mienten sobre ellos. La probabilidad de que eso lleve a unos arrestos generalizados de exmiembros del Secretariado de las Farc es baja.

Sus penas, si las hay, serán simbólicas. Dejaron las armas para reducir los niveles de violencia y reintegrarse a la sociedad. Esta ausencia de justicia retributiva frustra a los enemigos del Acuerdo. Sin embargo, hay que reducir las expectativas en torno a justicia, verdad, reparación y reducción en los niveles de violencia. A pesar de los vacíos, el proceso colombiano pone a la víctima en el centro, de una manera que tiene pocos paralelos en el mundo.

Tenemos que aceptar que esta será una paz imperfecta. Un paso en el largo proceso hacia tener una sociedad funcional. Quizás el siguiente deba ser la legalización de la cocaína, pero eso no depende de nosotros. Lo que podríamos, quizás, es legalizar la siembra de coca, para sacar al campesino de la dinámica de violencia.

La prospectiva del Acuerdo de Paz es más interesante con respecto a los potenciales de transformación que pueden darse, impulsados por el proceso. En especial, cuando hablamos de reparaciones a víctimas, desarrollo rural, empoderamiento de las mujeres y la reducción de la violencia de género. Lo más interesante y dinámico del Acuerdo, finalmente, no es el drama que ha atrapado la atención de los medios de comunicación. Si Santrich y Márquez regresaron al monte, si a Álvaro Gómez lo mató las Farc.

Esto es importante, obvio, pero no resulta estructural para las transformaciones de la sociedad colombiana. En el largo plazo, es cosmético. En cambio, las restituciones a las víctimas y sus comunidades, incluso si son simbólicas, tienen unos potenciales más poderosos.

El Acuerdo propiamente ya no puede hacer mucho por reducir la violencia a futuro, a menos que sirva de hoja de ruta para un eventual proceso con el Eln. La dinámica de la guerra parece haber cobrado un impulso independiente a los desarrollos del Acuerdo.

Eso, a menos que se potencie el componente de desarrollo rural.

Una paz estable y duradera no llegará mediante condenas judiciales ni castigos ejemplares. Es el resultado de transformaciones sociales e institucionales que pueden tardar al menos una década.

Lo que suceda en la Jurisdicción Especial para la Paz y sus tensiones con otras ramas de la justicia son un componente importante, indispensable, pero a la larga no es lo que va a garantizar la estabilidad o el camino hacia la paz. Eso se construye en el terreno. En el campo. Entre las comunidades que están expuestas a una nueva ola de violencia. Entre los jóvenes que, de cara a la pobreza rural, deben decidir si pueden tener una vida digna trabajando el campo, desde la legalidad, o entran a los circuitos ilegales, que van desde sembrar coca hasta levantar el fusil.

Twitter: @santiagovillach

 

ERWIN(18151)05 de diciembre de 2020 - 12:15 a. m.
una paz imperfecta .. asi es ..haber silenciado esos miles y miles de fusiles ,es todo un logro .. esose lo reconozco a Santos ..yn que tuvo caracter,para mandar al carajo al matarife ...
Periscopio(2346)04 de diciembre de 2020 - 03:25 p. m.
Talvez el gobierno uribista, es decir guerrerista, firme acuerdos con el ELN, pero los firmará sólo por el morboso placer de violarlos con más sadismo, alevosía y fría premeditación, como hizo con los acuerdos firmados por Santos con las Farc.
Adrianus(87145)04 de diciembre de 2020 - 08:13 p. m.
La ultraderecha seguirá en su empeño de acabar lo poco que se vaya ir logrando en el desarrollo de lo acordado. A ellos les interesa un país encendido, la guerra pura. Por eso no la evitan, como sucede con los muchos grupos armados en el país. Eso les da réditos. Lo demás son ilusiones. Estoy de acuerdo con usted. Desde lo institucional debe haber cambios pero con estadista a la cabeza.
Periscopio(2346)04 de diciembre de 2020 - 03:07 p. m.
Cuándo comprenderán los uribestias que es preferible una paz imperfecta que una guerra perfecta? Así como la casi total erradicación del flagelo de los gamines raponeros de hace dos o tres décadas no puede considerarse como un fracaso sólo porque aún existen algunos raponeros aislados, asímismo no puede considerarse un fracaso los acuerdos de paz sólo porque aún quedan algunos disidentes
  • Francisco(30227)04 de diciembre de 2020 - 05:04 p. m.
    Si, claro y las vacas vuelan. Para la inocencia no hay vacuna.
Periscopio(2346)04 de diciembre de 2020 - 03:01 p. m.
Paradójicamente tiene razón el uribismo cuando afirma que sin justicia no puede haber paz, puesto que es sólo cuando la justicia ponga tras las rejas a los enemigos de la paz que podremos !por fin! vivir en paz. !PETRO PRESIDENTE! !URIBE PRESIDIARIO!
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