El proceso de paz en Colombia (V) Actitudes frente a la construcción de la paz

Hernando Roa Suárez
15 de octubre de 2014 - 01:50 p. m.

En nuestros días, los demócratas estamos invitados a ser constructores de paz y a comprometernos con esta causa, porque de su consolidación depende la supervivencia de la democracia participativa.

 Después de analizar mi percepción a propósito de las relaciones entre la universidad y el proceso de paz: ¿qué actitudes asumir frente al proceso? Nos ocuparemos de presentar cinco de ellas: el ignorante, el indiferente, el enemigo, el politiquero y el comprometido.

Ignorante. Conocemos que tradicionalmente se considera ignorante al que carece de conocimiento; al que desconoce el tema objeto de análisis. Entre nosotros, es ignorante de la magnitud del proceso de paz, el marginado político, social, económico y cultural que, debido a su situación, no puede ser sujeto activo de los procesos societales. También, podría serlo aquel que gozando de una situación de bienestar, desconoce la complejidad de los desequilibrios sociales y de sus deberes como ciudadano, esperando que el Estado sea el gestor de la solución de los conflictos. Crasamente ignorante, vendría a ser aquel estudiante, profesional, empresario o ciudadano que no se ha preocupado por vincularse a través de asociaciones, partidos, movimientos, gremios u organizaciones no gubernamentales, que participan en el planteamiento y las soluciones del problema.

Indiferente. Es aquel que conociendo el problema, el proceso y sus causas, no le interesa intervenir en él. Es el individualista por antonomasia que no está dispuesto a comprometerse y sostiene: “Déjenme tranquilo, que yo los dejaré tranquilos; el problema de la paz debe ser resuelto por el Estado, a mí no me perturben.” Preguntémonos: ¿A qué nos ha conducido la indiferencia? ¿Cuáles han sido sus resultados hasta ahora? ¿Cuáles son los costos históricos de este actuar? ¿Es propio de un demócrata ser indiferente después que Colombia ha padecido 65 años (1948-2013), de violencias ininterrumpidas?

Enemigo. Es el que está contra el proceso porque atentaría contra sus intereses y emplea medios abiertos o soterrados para oponerse. Es el típico reaccionario que parecería vivir a espaldas de la realidad del país, excepto para apoyar las acciones que lo beneficien particularmente. Ahora, sabemos que en los últimos procesos de paz, especialmente los adelantados a partir de 1982-86, estos actores fueron eficientes para producir efectos cada vez más nocivos para todos. También en nuestros días (2014) existen partidos y movimientos políticos que, especialmente por razones personalistas y políticas, ejercen oposición a la dinámica de gobierno orientada hacia la construcción de la paz.

Politiquero. Es el que desvirtuando el arte y la ciencia de la política, la ha convertido en un burdo negocio o en un medio para utilizar su poder, influencia y capacidad de manipulación, para enriquecerse indebidamente. Generalmente, es un astuto que está a la espera de la oportunidad para obtener beneficios personales de todas las actividades en que participa. También, es el que hace promesas que está en imposibilidad de cumplir y no se ha preparado para intervenir creativamente en la solución de los problemas. En el mejor de los casos, este espécimen humano, promete apoyar el proceso de paz, pero a la hora de la verdad no puede contribuir por improvisación e irresponsabilidad histórica con los intereses políticos de la Nación.

Confiaría en que los colombianos estemos muy atentos –en los próximos procesos electorales y políticos- para evitar que sigan llegando, a los más altos cargos de dirección y representación política, los que jamás le han servido a la comunidad con sentido de grandeza. Saber distinguir entre el político y el politiquero, debe ser una tarea de pedagogía política en que todos los medios de comunicación, los movimientos políticos y sociales y los partidos políticos democráticos, pueden intervenir eficientemente para orientar a la población en los procesos de participación.

Comprometido. Es quien ha optado por colocar su ser histórico al servicio de la causa de la paz. Es un ser auténtico que actúa -de tal manera- que existe coherencia entre lo que piensa y lo que hace. En nuestros días, los demócratas estamos invitados a ser constructores de paz y a comprometernos con esta causa, porque de su consolidación depende la supervivencia de la democracia. Me inclino a pensar que, un ciudadano constructor de la paz, la estudia individualmente y en grupo; reflexiona en distintas estrategias y tácticas; y está dispuesto a contribuir en planes a corto, mediano y largo plazo, que conduzcan a su solución.

Esperaría no exagerar al afirmar que el auténtico constructor de paz, impulsado por su adecuada conciencia histórica, interviene con sentido solidario, proponiendo alternativas viables que preserven los principios constitucionales y las prácticas propias de la democracia participativa y del estado social de derecho.

Si hemos de ser reconocidos como defensores de la paz, deben existir manifestaciones expresas de nuestro compromiso; y en él, lo que está en juego, es nuestro ser dinámico y creador. Comprometemos no tanto nuestro presente, cuanto nuestro porvenir. Observemos que el carácter dinámico y creador de esta opción, nos impulsará a excedernos y superarnos en el diseño y solución del más significante tema colombiano, sin cuya resolución sostenible, el funcionamiento de la democracia será imposible.roasuarez@yahoo.com

 

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