El régimen

Augusto Trujillo Muñoz
22 de marzo de 2018 - 11:05 p. m.

Lo que el país de hoy necesita es muy simple: hacer una transición de la anomalía a la normalidad. El nuestro no es un pueblo violento, pero como lo han violentado durante décadas la violencia se volvió un problema cotidiano. La impunidad supera los niveles del 96 %, la corrupción contaminó buena parte del organismo social, la delincuencia terminó ofreciendo a los sectores marginales opciones que no encuentran en la política. Detrás de las formalidades subyace una estructura, funcional a esas anomalías, que Álvaro Gómez Hurtado denominó “el régimen”.

No es nuevo: la Violencia del medio siglo fue superada por un pacto de paz entre liberales y conservadores, que habían sido contendientes durante más de una década. El Frente Nacional logró la paz, pero luego se cerró sobre sí mismo. El “régimen” contemporizó con la politiquería y dejó crecer una guerra interna que se volvió crónica. Fue preciso suscribir otro pacto de paz —la Constitución del 91—, el cual anunció un nuevo país que, sin embargo, colapsó antes de nacer. A poco andar las nuevas violencias resurgieron con más fuerza que antes, hasta hacer invivibles distintas zonas de la geografía nacional.

Durante el presente siglo el “régimen” volvió a cerrarse. La estructura del poder público se impregnó, por completo, de una psicología de la guerra, con unas instituciones sujetas a sus dirigentes y no al revés. El país terminó polarizado hasta el punto de quedar anclado en las sinrazones de su pasado. Llevamos 16 años jugando en la cancha del miedo al enemigo, en lugar de construir acuerdos mínimos con el adversario. Esto fue lo que Álvaro Gómez llamó un acuerdo sobre lo fundamental. Pero ese acuerdo no se construye sobre el miedo. Primero el miedo a la guerrilla, después el miedo al castrochavismo, ahora el miedo a Petro. El “régimen” necesita inventarse fantasmas que asusten, para seguir ganando elecciones.

Los enemigos que el país debe derrotar son la corrupción, la desigualdad, el desgobierno. Necesita consolidar la paz, recuperar el Estado de derecho, construir una ética civil. Esto no supone grandes cambios políticos. Basta un esfuerzo de la sociedad civil y un compromiso dirigente para suscribir unos acuerdos sobre mínimos que puedan corregir la anómala situación que agobia al país. Pero esos correctivos no son funcionales para los intereses del “régimen”.

Múltiples voces están reclamando acuerdos entre De la Calle, Petro y Fajardo. Más allá de sus diferencias, no resulta difícil que coincidan en tres o cuatro puntos suficientes para avanzar hacia una transición en calma. El triunvirato De la Calle-Fajardo-Petro está en condiciones de conformar una convergencia por el cambio tranquilo. Es una alternativa seria a la del “régimen”, que ofrece más de lo mismo. Durante los últimos 16 años el “régimen” ha impuesto su política y, ahora, quiere seguirlo haciendo por cuatro años más. No importa quién ocupe la jefatura del Estado. Pero un triunvirato como el referido está en condiciones de cambiarlo sin sobresaltos. Le basta dibujar un escenario político distinto, capaz de propiciar una transición serena del país hacia la normalidad.

*Exsenador, profesor universitario.

@inefable1

 

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