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El fútbol prepara su partido decisivo

Guillermo Zuluaga
08 de junio de 2020 - 09:11 p. m.

…Y después de asistir en los medios de comunicación y en las redes a un refrito de imágenes, de historias de viejas peleas ahora traídas al presente, de ver en una vez más goles que finalmente no fueron tan importantes, de recordar a tantos y tantos con sus frases, sus anécdotas, sus peleas, de ver los entrenamientos de James (¿qué irán a hacer los telenoticieros cuando no esté James?)…en fin, poco a poco se calienta el ambiente para el regreso del fútbol a los estadios del mundo. En Europa el balón rodará a mediados de junio, informan, y en Colombia desde este próximo mes se autorizarán entrenamientos individuales. Así que dentro de muy poco nuestro deporte rey saltará de los camerinos a la cancha, a disputar el partido más esperado de los últimos tiempos.

Hasta hace tan poco el fútbol ocupó momentos que creíamos reservados para asuntos más trascendentes y tuvimos partidos en un Viernes Santo, o un Primero de enero, en fechas “patrias”. Sin embargo, el fútbol profesional ha vivido por estos días su sequía más prolongada. Claro que ya hubo otros entretiempos: la para durante la Segunda Guerra Mundial, y en Colombia cuando se suspendió el campeonato de 1989 tras la muerte del árbitro Álvaro Ortega. Y en otros momentos no ha parado pero sí ha estado a punto, pues ha vivido momentos álgidos que han desdicho de ese gran espectáculo que es, cuando esta práctica ha estado rodeada de escándalos por corrupción –que incluso sacó de taquito al máximo dirigente en el mundo--, por doping, por conductas gravosas de los deportistas por fuera de las canchas. Pero es tanta su penetración en la economía y en el alma colectiva que pensar que la pelota se detuviera no estaba ni en el más pesimista de los cálculos. “La pelota no se mancha”, habría dicho el Diego. Era inimaginable un fin de semana en que el fútbol no estuviera en nuestras agendas, como mínimo al frente de un televisor.

Sin embargo el balón se detuvo y, como quedó visto, durante esta sucesión eterna de domingos que ha sido esta cuarentena, cuando lo creíamos impensable, fuimos capaces de soportar uno y varios fines de semana sin fútbol, sin asistir a esa cita semanal, que es casi, o más, que un rito religioso.

Y así como en los cotejos callejeros, cuando al final de un tiempo o del partido los amigos se quedan a discutir las jugadas, en ese “tercer tiempo” que termina siendo tan importante como los anteriores, en Colombia este largo entretiempo nos ha dejado algunas novedades: ha permitido conocer la soberbia de los dirigentes, en especial de su máximo jerarca, que han presionado para el regreso del fútbol sin importar la salud de los colombianos. También en esta para ha habido roces entre periodistas deportivos que, como no tienen jugadores y equipos para polemizar, dejan escapar sus pasiones; igual, han sido noticia escándalos de jugadores de élite de nuestro fútbol y hasta propuestas populistas para que continúe el fútbol, por parte de políticos que en su vida jamás han pateado un balón o visitado un estadio. También hay que decir que algunos de nuestros jugadores y dirigentes han aprovechado estos días para descansar y para acciones de solidaridad con sus cercanos: muchos de ellos mostraron sus mejores valores como miembros de este colectivo, le hicieron un gol a la pobreza. En fin, ha habido suficiente muestra de que finalmente el fútbol es crisol de la sociedad al fin y al cabo. O como diría Valdano –que casi todo lo ha dicho sobre este deporte--, el fútbol es un buen escenario para conocer al hombre. El fútbol en su juego y también en sus pausas nos desnuda como sociedad. Y lo cierto es que somos una sociedad escindida, con vacíos éticos y morales, compleja, pero al tiempo diversa, solidaria, complaciente.

Esta pausa que hemos tenido del mayor espectáculo de masas también nos ha permitido descubrir que sí éramos capaces de prescindir de esos ídolos, que nos roban tantos suspiros cuando pisan un gramado o cuando son noticia por algo, o por todo. Y acostumbrados, poco a poco, a noticias relacionadas con la vida y la muerte en torno al COVID-19, fuimos empezando a asistir a ritos más reales, a “partidos más decisivos”, menos simbólicos, donde la vida y los asuntos cotidianos son realmente los importantes.

El fútbol se mueve en campos de lo simbólico y la pandemia nos trajo a campos más reales. Incluso dentro del mismo mundo futbolero han salido voces muy sensatas como la del director técnico risaraldense Juan Carlos Osorio, para quien al parecer, esta pandemia le ayudó a entender que el mundo del fútbol es “una burbuja”. “Hay salarios que no son coherentes con nuestra sociedad –dijo-. Los profesionales de la salud y de la educación deberían ganar mucho más”. Como él, otros se han pronunciado. Porque gracias a esta pandemia emergieron y se visibilizaron nuevos héroes, más ciertos, más reales, fuimos consolidando “una formación”, una “selección” de la que hacen parte personal de salud, de la educación, de la fuerza pública, campesinos, transportadores, que nos demostraron --y nos siguen demostrando-- que sí son ellos los verdaderos “titulares” a la hora de sacar a Colombia –no la de la camiseta amarilla-- sino la real, de esta crisis económica y de salubridad hacia nuevos estadios. Hay quienes en las redes dicen que es muy factible vivir sin el fútbol. O, incluso, como se dijo en reciente editorial de este medio: “El fútbol no puede estar por encima de todo”.

Este parón que hemos vivido en el fútbol debería servirnos para mirar cómo afrontaremos este próximo segundo tiempo. El fútbol, como espectáculo, tendrá nuevos desafíos en el mediano plazo: por lo pronto, los estadios no podrán colmarse de público. La fiesta que hay en sus rededores será quizá menos fiesta, más gris, menos eufórica. Eso seguramente golpeará a la economía de todos esos lugares cercanos de los estadios que vivían de esas afluencias de público. Seguramente, en contraposición, mejorarán los raitings televisivos pues la gente tendrá que estar más en casa, pero eso debe llevar también a que los dirigentes entiendan que el fútbol puede ser un elemento aglutinador dentro de la familia y buscar mecanismos para que más personas puedan disfrutar de este pequeño paliativo para afrontar estos cruciales momentos. El fútbol ojalá-- a partir de ahora deberá estar más sintonizado con la realidad económica y social de los respectivos países.

Quizá los retos deportivos y económicos no sean tan difíciles de lograr. El libreto está muy aprendido. Ya ha habido mucho tiempo de aprendizajes en la cancha de la Historia. Al fin y al cabo, como se ha dicho, la vida es ese algo que va ocurriendo entre mundiales de fútbol. Seguramente, mientras se diseñan protocolos de bioseguridad también los dirigentes busquen alternativas para afrontar sus nuevos días. Lo que sí sería trascendente es que esta pausa nos ayudara a pensar el fútbol más allá de lo meramente deportivo o económico.

El retorno de la pelota a las principales canchas del mundo debería también llamar a reflexión a cierto periodismo mal llamado “crónica deportiva”. Será el momento para que también desde ahí se haga un poco de autocrítica y se construyan nuevos escenarios. Por citar un ejemplo: con todo y lo que valoro su paso por el fútbol, no puede ser que para ciertos “periodistas” sigan siendo más importante las payasadas del Tino Asprilla, que lo dicho por alguno de nuestros científicos o intelectuales. Los medios de comunicación en busca de un raiting o de unas tendencias también han caído muchas veces en fuera de lugar y este puede ser el momento para replantear su papel en la cancha.

Así que el regreso al fútbol nos debería llevar a cambiar de “estrategias y alineaciones”. Por ejemplo pensar, en serio, al fútbol como herramienta de trasmisión de valores. Esta pandemia y esta cuarentena nos ha encerrado pero también nos ha puesto retos de ser en adelante más amables con la naturaleza, de pensar más en términos de familia, de ser más solidarios y menos competitivos, de buscar menos la renta y más la cooperación entre pueblos. El fútbol tiene que ser más que un deporte, una actividad económica, y debe ayudar a construirnos como Nación. Quizá, recordar lo que digo Alfred Wall: que el fútbol en cada patada transporta, más que una búsqueda de gol, una ideología, una forma, un estilo de vida. En tal sentido, el fútbol quizá nos dé la medida de los aprendizajes, de los supuestos cambios que ojalá tengamos.

Esta cuarentena nos dejará – o por menos eso espero- muchas preguntas nuevas o el replanteamiento de muchas otras. El fútbol podrá ser un termómetro para ver si vamos creciendo como sociedad.

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