El reinado del pupitrazo

Fernando Araújo Vélez
19 de marzo de 2017 - 01:55 a. m.

 

Este yo tan difícil, tan explosivo, tan en primera persona. Este yo que se calma pero odia la calma, y en un segundo pasa a la indignación y se da fuerzas con pequeñas cosas y se aferra a las pequeñas y a las grandes revoluciones, y dice, grita, que no debería dar las noticias de los reinados de belleza. Este yo que piensa que los reinados denigran a la mujer, y promueven nuestra tóxica competencia, y llenan de referentes superficiales las páginas de los diarios porque lo superfluo vende, e incitan a la cultura mafiosa, porque hasta la belleza se puede comprar. Este yo arrogante que afirma y firma que un reinado ni siquiera es un espectáculo, es una cárcel.

Este yo que ve en un desfile el patrioterismo que nos idiotiza, el regionalismo que nos aturde; el ser, o el creer ser mejores o peores que los otros que nos mata. Ese yo que se pregunta de dónde vienen las marcas y las modas de las reinas, y de dónde vienen las modas y las marcas de quienes se obnubilan con ellas y cuál es el origen de ese obnubilarse. Este yo que ve en un reinado la intención de las aristocracias por atontarnos, y su triunfo porque nos atontaron, y este yo tonto que aún cree que las páginas de un periódico son para, al menos, clavar dardos, y este yo más tonto aún que cree en la escritura como tabla de salvación.

Este yo que percibe los reinados como una cuchillada a la voluntad de conocer a alguien, pues con las reinas sólo hay belleza, primeras miradas, y por eso se llaman reinados de belleza, no de inteligencia ni de conocimiento, más allá de que hayan querido disfrazarlos una y mil veces. Este yo seguro de que la belleza, por sí sola, no es más que un adorno. Y un adorno te llena dos minutos, o dos días o dos semanas. Luego te aburre, porque lo ya conocido que se repite una y mil veces, así sea perfecto, hastía. Este yo convencido de que la única forma de amor posible es a través del descubrir, del conocer, del ir más allá de las primeras impresiones.

Este yo fastidiado, convencido de que un reinado es belleza y sólo belleza, y peor aún, belleza decidida a pupitrazo, una muestra perfecta de nuestro sistema, en el que todo se puede comprar y se compra, y todo se vende. Todo es brillante y embriagador. Todo apariencia y vacío.

Fernando Araújo Vélez

Por Fernando Araújo Vélez

De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.Faraujo@elespectador.com

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar