El Reino desunido

Daniel Emilio Rojas Castro
17 de diciembre de 2019 - 05:00 a. m.

La victoria de los conservadores británicos en las elecciones del 12 de diciembre le proporciona un respaldo popular incontestable a Boris Johnson para que efectúe el brexit, pero también les da un mandato claro a los escoceses para que convoquen un nuevo referendo independentista.

Los tories obtuvieron su más importante victoria electoral en la Cámara de los Comunes desde los tiempos de Margaret Thatcher: 364 escaños frente a los 203 que obtuvieron los laboristas de Jeremy Corbyn. El primer objetivo de Johnson, que ya había comentado en mi columna “UK: hacia un posible no deal”, se cumplió al eliminar de la vida política a Corbyn. Sobre el brexit, su segundo objetivo, queda aún por determinar el contenido de un posible acuerdo en el contexto de una emergencia nacionalista.

El triunfo tory abre una caja de Pandora que resuelve el problema que dividió a la sociedad británica en los últimos cuatro años, pero siembra tantas incertidumbres como certezas: la escisión del Reino Unido del proyecto europeo conlleva la posibilidad de una fragmentación interna. Por eso los tories pueden convertirse en la mayoría parlamentaria de un Reino desunido. Me explico.

En Escocia, los independentistas del Scottish National Party (SNP) ganaron 48 escaños de los 59 existentes. Al conocer los resultados de las elecciones, la primera ministra escocesa, Nicola Sturgeon, cabeza del SNP, empezó a preparar la convocatoria de un nuevo referendo. En Irlanda del Norte el resultado no fue menos problemático para los grupos políticos que respaldan la unión con Inglaterra, pues por primera vez perdieron las mayorías parlamentarias frente a los partidos que respaldan la unificación de las dos Irlandas. Los primeros tuvieron ocho escaños y los segundos nueve. En este último caso aún no se habla de un referendo, pero la relación de fuerza que se establecerá entre los nacionalistas y Londres me parece evidente.

Cuando el divorcio entre Londres y Bruselas se pronuncie, iniciará la fase jurídica y económica de la negociación sobre el futuro de su relación. Michel Barnier, jefe del equipo negociador europeo, está cerrando filas entre los diferentes países de la Unión para que no se permitan interpretaciones laxas de los tratados y, por ende, de las condiciones de salida. Su estrategia no sólo consiste en negociar el adiós a Europa de los británicos, sino al mismo tiempo en fortalecer los vínculos entre europeos en un momento en el que las amenazas de los Estados Unidos, Rusia y China contra el proyecto son cada vez más frecuentes.

El tempo de la aprobación del brexit en el Parlamento inglés no será el mismo que el de la negociación para abandonar Europa: para Johnson, esa negociación debe durar menos de un año, un plazo irrealista si se piensa en la complejidad del aspecto técnico y, sobre todo, si se tiene en cuenta que desde Bruselas se aprovecharán las tendencias centrífugas de los nacionalismos escocés e irlandés para obtener un acuerdo que favorezca a los europeos y no incite a nadie a abandonar el navío. 

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