El reto de reconstruir la gobernabilidad después de Santos

Daniel Mera Villamizar
27 de mayo de 2017 - 03:00 a. m.

Sin recursos y amarrado a las Farc: así deja al Estado para responder a las demandas de la sociedad.

Parece que a pocos les preocupa la gobernabilidad, la capacidad del sistema político para responder de forma legítima y eficaz a las demandas sociales en el marco de un proyecto de sociedad.

Son muchos más los intelectuales y formadores de opinión extasiados con las consultas municipales mineras, la consulta previa, la proliferación de procesos de revocatoria de alcaldes, la democracia directa que promueve el acuerdo con las Farc, la relajación de los requisitos para la personería jurídica de los partidos (también por cuenta de La Habana), los paros cívicos, los paros sectoriales … Les parece que es la 'primavera' de nuestra democracia.

Ellos creen que hay un conflicto intrínseco entre los intereses populares y el proyecto de sociedad de quienes detentan el poder, y que por eso mientras más mecanismos y protestas para que los ciudadanos presionen al poder, mejor.

Olvidan dos cosas fundamentales: i) que existen unos recursos escasos del gobierno y del Estado en general para satisfacer las demandas, y ii) que los intereses sociales pueden contradecirse entre sí y ser contrarios a los intereses generales de la sociedad (taxistas versus Uber, por ejemplo).  Si el sistema político no puede gobernar la escasez y el conflicto medianamente, todos pierden. La clave está en el equilibrio entre demandas y capacidad, pero han mandado al diablo el equilibrio en su éxtasis democrático.

Ahora, lo del "proyecto de sociedad", que es el horizonte compartido por el que adquiere sentido elevado la gobernabilidad. Muchos simplemente impulsan y usan la democracia participativa (y directa) no para controlar el proyecto moderno y de economía de mercado, sino para impedirlo en la medida de lo posible. No están pensando en el trabajo productivo que lleva al bienestar y a la dignidad, ni en los mercados para los productos, sino en la satisfacción milagrosa de los derechos por parte del Estado. Brilla por su ausencia el equilibrio entre mecanismos participativos y objetivos de la sociedad (pronto una consulta local podrá prohibir explotar petróleo).

Juan Manuel Santos, obviamente, se va feliz con su Nobel y ahí nos deja como segunda Constitución las 310 páginas de la visión de la sociedad y la economía que tienen las Farc, lo que ellos llaman "mojones para trascender la organización democráticoliberal", con la pretensión de duración de 12 años. Esto reforzaría notablemente el problema de gobernabilidad para hacer las reformas atrasadas en el camino del desarrollo y el bienestar.

El gobierno Santos no solo no hizo lo que tenía que hacer en términos de leyes y reglamentaciones, algunas de las cuales admitió que eran urgentes (de la educación superior y la consulta previa, por ejemplo), sino que nos encimó la ilustre constituyente de La Habana y despilfarró enormes recursos comprando congresistas y apoyo para la reelección con partidas regionales que incrementaron la corrupción, lo que redujo todavía más la legitimidad del sistema político: un pésimo legado para la gobernabilidad. Reconstruirla requerirá superar otro legado: la polarización. Es decir, crear un centro amplio ideológico y programático.

@DanielMeraV

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