El retorno de los odios

Arturo Guerrero
08 de febrero de 2019 - 05:00 a. m.

Al cabo de un semestre, están trazadas las líneas. A fuerza de fuerzas, estas líneas reviven espantos que muchos creían extinguidos. El más grande, el terrible: la guerra regresó, tanto en el lenguaje como en los campos cundidos de rojo. Reinstalada esta furia, lo demás es deducción, asunto sabido.

La primera derivación es el miedo, que el aire vuelva a tiritar, que la gente deba correr para no morir. En seguida viene el odio como motor de la psiquis ciudadana. Lo demás son las secretas prohibiciones a la palabra paz, las políticas de seguridad promulgadas sobre un telón de militares y policías con cachucha, los nombramientos de funcionarios en contravía de las entidades.

El despliegue es demasiado semejante al de comienzos del milenio cuando un modo de pensar y de sentir pasó, de las tierras desoladas, al palacio capitalino desde donde se esparce una inquina. Hoy se confirma que el país está bajo un imperio III -en números romanos- y no en el albor de un joven bienintencionado.

La virtud de la cooperación se humilló en el sustantivo uniformado del cooperante. Los convenios y protocolos firmados por la máxima autoridad del Estado se convirtieron en papeles de un ente que no sabe, no responde. La memoria del conflicto armado ni es memoria ni es conflicto ni es armado. Los líderes sociales lideran las listas de ejecuciones en investigaciones exhaustivas.

Un detalle, no obstante, escapa de la inteligencia y planificación con que actúan los enmendadores de la historia. Consiste precisamente en que la historia no se deja rectificar. Los muertos que bien mataste gozan de cabal salud. Un país que ha vivido el desfile de rebeldes en lanchas y buses hacia campamentos regulados es un país distinto. Un país que observó la montonera de fusiles llevados al horno y transformados en arte es un país imborrable.

Por eso les ha costado tanto esfuerzo configurar las líneas de la nueva guerra. Por eso han tenido que remendar varias veces la nómina oficial. Por eso han caído tanto en las encuestas de favorabilidad. Por eso la eternidad del eterno ha probado el mordisco del tiempo, mientras las canas prematuras del joven sustituto blanquean cada día más su agotamiento.

Es claro, la Colombia del primer decenio del XXI quedó a distancia considerable de esta que celebra el bicentenario de la Independencia. Hoy un trino multiplicado por un virus es capaz de desmontar un escuadrón de mentiras. Hoy una retahíla de memes es un alud que sepulta cualquier argumento marrullero.

Al mismo tiempo es claro que estas herramientas están a la mano de todas las tendencias y movimientos. Solo que el ingenio y la chispa suelen acomodarse mejor entre gente sin fanatismos. Se sienten a gusto cobijados por el humor. Y quienes añoran lo marchito escasamente cuentan con el tapen tapen, el galimatías, el ji ji ji.

Conviene, pues, no achicopalarse ante las acometidas del primer semestre. El camino es culebrero, pero la gente cada vez es más animalista y las culebras pueden resultar con sorpresas.

arturoguerreror@gmail.com

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