El salto de Tequendama: una apuesta por el futuro

Germán I. Andrade
21 de junio de 2013 - 11:00 p. m.

Resulta muy alentador que el gobierno de Francia esté apoyando la iniciativa de la Fundación Granja El Porvenir, liderada por María Victoria Blanco, para la restauración de la vetusta casona El Refugio del Tequendama.

Una lección de conservación de los lugares patrimoniales, que deberían ser rescatados antes de que a través del deterioro transiten hacia el olvido. Muchos sitios de la geografía del país están a la espera de iniciativas ejemplarizantes como esta.

La apuesta es, en primer lugar, un llamado a recuperar la memoria de un sitio parte importante de la historia de la presencia de Francia en Colombia. Como lo relata el viajero francés Bousignalult, el salto de Tequendama fue sitio obligado de visita para habitantes y visitantes de Santafé.

No pasó desapercibido para el barón de Humboldt, quien en compañía del botánico francés Bonpland admiró la profundidad del abismo.

A final del siglo XIX lo visitaron Saffray, Le Moine y Pierre D’Espagnat, quien lo calificó como una de las maravillas del mundo.

Durante la primera mitad del siglo XX, ya con mejor acceso desde la ciudad, se consolidó como uno de los lugares patrimoniales de la ciudad.

Un mal futuro habría de venir, cuando el conjunto espectacular quedó aguas abajo de la gran ciudad, que no para de crecer sin un esquema satisfactorio de tratamiento de aguas servidas. Triste antesala del final, cuando llegó la energía potencial del agua con un alto costo de oportunidad en el mercado de la “energía limpia” interconectada.

Con todo, las lluvias extremas recuerdan a algunos que el rescate de los valores naturales y culturales del salto de Tequendama no es una locura. Es una apuesta por el futuro, con un largo camino por recorrer, que podría ser adoptado por las autoridades ambientales.

La recuperación de una calidad mínima del agua podría tardar décadas, y es parte central de la solución. La cantidad de agua necesaria para la catarata se debería poco a poco restituir, aplicando el concepto legal de “caudal ecológico”.

Con todo, el gran reto de corto plazo, que puede permitir que el sitio pueda ser rescatado integralmente, es el manejo adecuado del paisaje, hoy en proceso de afeamiento irreversible.

Visionario resulta hoy que en la casona restaurada se esté creando un museo sobre la biodiversidad, con algunos tesoros escondidos de las menguadas selvas de montaña, como activo económico para Santandercito, Mesitas, San Antonio y Tena, y toda la provincia del Tequendama.

El agradecimiento que les debemos a los promotores de este proyecto debería venir acompañado de la decisión del gobierno nacional de evitar más deterioro en el sitio para que sea posible aspirar a su integral restauración en el futuro, legado generacional del gran parque natural del escarpe exterior de la sabana de Bogotá. Merci, Monsieur l’Ambassadeur.

 

* Germán I. Andrade

 

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