El sentido común en la economía

Augusto Trujillo Muñoz
26 de julio de 2019 - 05:00 a. m.

Con ese título, el empresario Hernán Echavarría Olózaga publicó un interesante libro hace, por lo menos, 50 años. Trató en él situaciones múltiples, haciendo énfasis en los problemas de la tenencia de la tierra en Colombia y en la necesidad de desatar, desde el campo, nuevas dinámicas de desarrollo económico. Curiosamente, aquellas dificultades constituyen, en parte, asignaturas pendientes

Más allá de la problemática rural, quiero destacar la importancia del sentido común en el manejo de economía, cuyos principales protagonistas de hoy ideologizan el tema y lo enredan con lides teóricas. Echavarría, por el contrario, sustrajo el debate filosófico de su libro y mantuvo discreción frente a la idea de poner a pensar al lector en la conveniencia o no de suscribir determinada escuela de pensamiento económico.

Aquellas reflexiones son oportunas hoy. El Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Organización Mundial del Comercio (OMC) advierten, casi simultáneamente, que las tensiones comerciales internacionales, originadas en la imposición de medidas restrictivas a la libertad de mercados, están conduciendo no solo a la incertidumbre sino a un menor crecimiento económico. Esta sería la antesala del estancamiento.

América Latina es la región más perjudicada: el alto endeudamiento de México y el descenso de la inversión en Brasil jalonan hacia abajo. Los precios en dólares de las exportaciones colombianas descienden. En lo que va corrido del presente siglo, la región creció por debajo de la media de los demás países emergentes. En Asia, por ejemplo, el crecimiento no solo es dinámico sino incluyente. En América Latina persiste una peligrosa desigualdad.

Todo ese panorama resulta más enrarecido aún por las contradicciones que surgen en la economía. A menudo sus formulaciones teóricas no se corresponden con las realidades factuales. Todavía están de moda propuestas como la de que reducir impuestos a los ricos dinamiza la economía. Sin embargo, no existe un solo caso en el mundo que demuestre en forma fehaciente semejante afirmación. Algo similar ocurre con las “reformas estructurales” que los economistas proponen para mejorar la competitividad. ¿Qué es eso? No se sabe, porque casi siempre se desenvuelve en flexibilización salarial y precariedad social, en lugar de mejorar la sostenibilidad general y la calidad de vida.

En reciente artículo publicado en el diario La República (23/07/19), José Antonio Ocampo advierte que, después de salvarse de la crisis latinoamericana de los años 80, Colombia entró en un proceso de menor expansión de su economía. La expectativa de que la apertura económica de comienzos de los años 90 acelerara el crecimiento no se realizó: alcanzó un 3,5% anual entre 1990 y 2018, frente al 5,1% entre 1950 y 1980. Aún así, los economistas en general, y los gobiernos en particular, siguen apostando sin reservas al mercado, a la rebaja de impuestos, a la flexibilización laboral.

No suelo referirme a temas económicos porque soy profano en ellos. Pero me asalta la duda: el sentido común en la economía, que reclamaba don Hernán, no parece estar muy presente en estos profetas nuestros, que insisten en aplicar medidas monetarias como remedio para un país que mueve casi la mitad de su economía en la informalidad.

@Inefable1

* Exsenador, profesor universitario. 

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