El técnico

Hernán Peláez Restrepo
20 de septiembre de 2008 - 05:26 a. m.

El manoseo de los directores técnicos tanto en equipos de torneo como en selecciones, sólo tiene una explicación: los resultados mandan, más allá de los medios que se utilicen.

Hay estrategas de bolsillo, que atienden recomendaciones de empresarios y dirigentes. Hay técnicos paternalistas, capaces de llorar con las historias relatadas por sus jugadores. Hay técnicos-látigo, como fue alguna vez en Europa el célebre Max Merkel. La pregunta clave es: ¿cómo manejar un grupo de 22 jugadores, donde once saben que serán suplentes?

Nunca los extremos fueron buenos o, mejor dicho, ni tanto que queme al santo ni tanto que no lo alumbre. Jorge Luis Pinto mantuvo su línea de conducta, de seriedad y exigencia.

Los viejos hinchas santafereños recuerdan el enfrentamiento con Fernando Ávez, Rifourcat, Taverna. Los tres se marcharon y punto. Esto para entender que nada en su estilo de trabajo ha cambiado, pero el caso no es Pinto. La pregunta es: los jugadores, ¿qué papel juegan, sólo juntarse a refunfuñar y esperar que echen al técnico? Porque además siempre resultó más barato sacar a uno, el técnico, y no a cinco jugadores. Los dirigentes, en su ignorancia, parecieran no saber cómo trabajaba Pinto ni sus formas de ordenar ni transmitir conceptos.

Y ahora le ponen a Eduardo Lara sobre la espalda la obligación de, al menos, llegar a 14 puntos. Si no se logran ante Paraguay y Brasil, entonces volveremos a ver la rueda de prensa y la mala cara de Jesurún, porque no le extendieron la mano para saludarlo. Y llamarán otro y los dirigentes seguirán tirando a los leones como en la historia del circo romano a los técnicos.

Hay que dar las gracias a Pinto por lo hecho y confiar en lo que pueda hacer Lara, con una base juvenil, sin que olvide aquello de la mezcla, llamando algunos veteranos que en el fútbol siempre dio resultados.

 

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