El tiempo perdido y las oportunidades desaprovechadas de Bogotá

Daniel Pacheco
05 de noviembre de 2018 - 09:30 p. m.

Con cinco años de retraso serán reemplazados más de 1.000 buses de Transmilenio en Bogotá. La cadena de errores y responsabilidades detrás de esta demora, que sin duda le costó la vida a un número indeterminado de personas, ilustra el impacto concreto de la profunda división ideológica de Bogotá en las políticas públicas de la ciudad. Según cálculos del DNP, solo en el año 2015 la mala calidad del aire causó en Bogotá 3.219 muertes, es decir, el 10 % de las muertes en la ciudad fueron atribuidas a la mala calidad del aire urbano.

Gracias a que Gustavo Petro amplió la vida útil de 600 buses de la Fase I de Transmilenio en el 2013, y a que luego Peñalosa canceló la licitación que Petro dejó lista en 2016, estos buses rodarán un lustro más de lo que debían, con tecnologías obsoletas. Una demora que explica por qué hoy hay varias chimeneas rodantes en el sistema, contaminando los corredores por los que se ven obligados a viajar y respirar 2,6 millones de personas al día, donde las mediciones de calidad del aire hechas por ciudadanos como Daniel Bernal muestran niveles de contaminación que en ocasiones exceden en más de diez veces los estándares permitidos.

Por eso cualquier cambio habría sido mejor de lo que hay hoy, sin que eso sea decir mucho. La licitación para comprar 1.400 buses nuevos que Transmilenio adjudicó la semana pasada, es decir, la flota de buses que circulará por los próximos diez años, tiene un 59 % de buses que funcionan con gasolina diésel estándar Euro V, el requerido por la regulación colombiana, pero que está prohibido en varias ciudades europeas y en Santiago de Chile a partir del próximo año. Los demás buses nuevos, el 41 %, funcionarán con gas natural con un estándar Euro VI, el más alto que existe para vehículos que funcionan con hidrocarburos. Ningún bus, como fue la ilusión de muchos ciudadanos que pensaban que Bogotá necesitaba dar un salto hacia las tecnologías más limpias, será eléctrico.

Esto ha generado frustración por la oportunidad perdida en el sector de izquierda que tiene la ciudad y una autofelicitación resignada de trabajo bien cumplido en el de derecha. Mientras Petro se rasga las vestiduras porque el 60 % de la nueva flota no es la más moderna, Peñalosa saca pecho porque el 40 % es a gas y tiene el mejor estándar de contaminación.

Y aquí dividir entre derecha e izquierda corre el riesgo de sobresimplificar, pero cumple el propósito de señalar un nuevo camino para la ciudad: el de la mitad. Bogotá necesita a alguien que haga y cumpla, pero también que sueñe y escuche. La capital de Colombia necesita un centrista radical, que entienda de mística y de gestión urbana, que sea capaz de experimentar, sin arriesgarlo todo. Para seguir con la metáfora de los buses de Transmilenio, alguien que se la juegue por una cuota de buses eléctricos así eso vaya en contra de la eficiencia máxima del mercado, cuidando que en general la renovación de la flota sea sostenible financieramente. Bogotá necesita a un gobernante que logre negociar entre el metro elevado y el subterráneo; entre el potrero, las avenidas y barrios nuevos del norte y la posible reserva ambiental. Bogotá necesita a alguien que canalice un centro extremo porque ya sufrió las consecuencias del tiempo perdido, y está empezando a vivir las de las oportunidades desaprovechadas.

@danielpacheco

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar