El trabajo cambió… sin reversa

Juan Manuel Ospina
13 de febrero de 2020 - 05:00 a. m.

El mundo del trabajo es el componente de la vida social y económica contemporánea más impactado por la quinta revolución industrial en curso. Unida a ésta, el mundo vive una situación de crisis del sistema económico, con el desempleo como uno de sus principales síntomas. Impera un liberalismo económico ilimitado con Estados nacionales replegados y limitados en su iniciativa y gestión en el campo económico, mientras que las desigualdades de ingresos aumentan en medio de un desempleo igualmente creciente. Hace 80 años la solución fue darle un empujón keynesiano a la economía al aumentar de manera significativa y continuada la inversión y el gasto del Estado.

Hoy la situación es bien diferente, pero exige la misma determinación para actuar. No acrecentando el gasto público, sino enfrentando con claridad y objetividad el desafío que implican los cambios tecnológicos de los últimos 30 años con su impacto fuertísimo en el sentido y organización del trabajo. Atrás quedo el mundo de la gran industria de obreros, oficinistas y técnicos deshumanizado por la rutina y la disciplina, de donde desapareció cualquier vestigio de creatividad y de iniciativa, de libertad.

A cambio, el trabajador tenía la seguridad de un empleo estable, monótono pero asegurado, que terminaba en una jubilación digna e inclusive en la posibilidad de que uno de sus hijos heredara su puesto en la cadena de producción, en la bodega o en la oficina. La empresa financiaba la vivienda y proporcionaba educación, salud, entretenimiento y vacaciones en sus clubes y sedes. Los sindicatos se dedicaron en esos años, y lo hacen todavía, a cuidar y a tratar de ampliar los beneficios para quienes están empleados. Se habló por entonces de “la oligarquía de overol”, minoritaria frente al ejército de los desempleados y los rebuscadores sumidos en la informalidad.

Ese mundo del trabajo tradicional empezó a cambiar, y rápidamente, con los avances tecnológicos que mecanizan y automatizan las tareas que antes se realizaban en la cadena productiva, y con la informática y telemática destruyendo el trabajo de oficina y de atención al cliente. Las empresas demandan personas capacitadas en actividades de creación y de innovación; en el mercado laboral se impone el personal capacitado y reducido en número. Un trabajo que brinda menores seguridades y estabilidad, pero permite mayor libertad, a tono  con el espíritu y las aspiraciones de los “millennials” de diferentes condiciones sociales.

Ni las normas, ni las autoridades ni los sindicatos están sintonizados con los desafíos y posibilidades que ofrecen las nuevas condiciones laborales, flexibles y diversas.  

Es posible abrirles escenarios a los jóvenes enfrentados al desafío trascendental del primer empleo, en el cual es definitivo el empleador que arriesga y que debe ser apoyado en ello. No debe descartarse de un plumazo la posibilidad de formalizar el empleo por horas o por días, para ciertas actividades cuya naturaleza lo admite y aún reclama. Un empleo que ya existe pero informal, sin seguridad social, donde la hora pagada debe ser de un valor mayor que el que le corresponde en los contratos permanentes.

Lograr que el trabajador pueda cotizar  en función de su ingreso a un sistema de seguridad único y universal encargado de proporcionarle  en el sistema de Colpensiones una pensión básica. Para ello se requiere acabar con las distorsiones existentes en el subsidio a las pensiones de mayor valor, pues quien quiera una pensión mayor, que la pague cotizando complementariamente en un fondo de privado. Aunque sea hoy un tema tabú, se debe reconocer que la esperanza de vida ha aumentado significativamente y con ello el aumento en la vida productiva que deriva en una mayor edad para pensionarse y así ajustar el sistema a una realidad biológica, con lo cual se le abre un espacio económico a un mayor número de ciudadanos hoy sin pensión ni esperanza de llegarla a tenerla.

Un tema amplio que debe abordarse con una visión integral y una estrategia de ejecución progresiva, pues toca asuntos social y económicamente sensibles. Un asunto al que no puede dársele largas que tiende agravarse con el tiempo. Concierne a jóvenes y viejos, a gobernantes y empresarios, a abogados y economistas, políticos y sindicalistas, y al ciudadano común. Como pocos es de interés general y así se debe abordar.

 

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