El triunfo de la amnesia

Juan Carlos Botero
01 de junio de 2018 - 02:30 a. m.

Sucedió lo que muchos suponían que iba a suceder: Gustavo Petro e Iván Duque ganaron la pasada contienda electoral. Pero hubo un ganador aún más claro: la amnesia colectiva. Y gracias a eso, ahora la Presidencia de Colombia será disputada entre dos posiciones antagónicas y radicalmente opuestas.

En mi caso personal, yo voté por Humberto de la Calle a sabiendas de que no tenía posibilidad de ganar. Consideré que mi voto era a favor de la integridad, pues Humberto es de los últimos caballeros que quedan en la política nacional. Y también consideré que mi voto era a favor del proceso de paz y en contra de los extremos, que tanto daño nos han hecho en Colombia.

Sin embargo, lo más llamativo de este desenlace es que refleja una pavorosa falta de memoria de parte del electorado colombiano.

En el caso de Gustavo Petro, coincido con María Jimena Duzán: para toda democracia es importante que exista una izquierda legítima y enérgica, sin posiciones radicales, y que tenga como norte políticas humanitarias en educación, salud, justicia social e impuestos. Sin nacionalismos obsoletos, ni deseos suicidas de nacionalizar empresas, y lejos de la farsa de Chávez y de la estupidez de Maduro en Venezuela. Mi objeción a Petro no es por ser de izquierda, sino por razones más pragmáticas. Es porque él ya demostró ser un pésimo administrador, tal como se vio durante su gestión en Bogotá. Después de semejante fracaso como alcalde, creer que él podría gobernar con eficacia un país, cuando le quedó grande una ciudad, refleja una amnesia total.

En el caso de Iván Duque, y a pesar de lo mucho que lo admiro por ser un hombre honesto, patriótico y trabajador, sólo puedo reiterar mi inquietud por el hecho de que, mediante su elegido, Álvaro Uribe retornará al poder.

Lo cierto es que llevamos años sufriendo las consecuencias de los actos del expresidente. Y después de los cuestionamientos a sus asesores y ministros, y a él mismo, con los escándalos de las chuzadas, el seguimiento a los magistrados de las cortes, los testigos falsos, los falsos positivos, el acoso a jueces y a periodistas, más el hecho colosal de haber torcido la Constitución para prolongarse en el poder, es increíble que la gente haya olvidado todo eso, o que esté dispuesta a aceptar que él vuelva a ejercer una posición de poder e influencia a nivel nacional. Para rematar, después de todo el daño que Uribe ha hecho durante el gobierno de Juan Manuel Santos, haciendo cosas que ningún expresidente debería de hacer jamás, uno pensaría que ya estaría claro que alguien así, con ese temperamento virulento y vengativo, debería de estar lo más lejos posible del poder del Estado.

¿Queda una esperanza? Sí. Que Iván Duque, probable ganador de la segunda vuelta, defienda su autonomía y no permita que regrese el uribismo al poder. Que no vuelvan Ordóñez, José Obdulio, la Valencia y la Cabal, y todo ese grupo intolerante de extrema derecha, que lo único que ha hecho es atizar la polarización, radicalizar el debate nacional y, de paso, crecer a Petro.

En fin, teniendo tan buenos candidatos de centro, ahora estamos obligados a escoger entre dos opciones extremas, y sólo porque el electorado colombiano sufre de pésima memoria. Y lo peor es que, en ambos casos, estas cosas sucedieron hace muy poco. Y eso sí es deprimente.

 

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