Notas de buhardilla

El verdadero perturbador

Ramiro Bejarano Guzmán
15 de diciembre de 2019 - 05:00 a. m.

Por fin conocimos a Iván Duque, de quien realmente no sabíamos nada. Han quedado al descubierto su intolerancia y sus altaneras reacciones frente a la crítica, aunque otra cosa pregone.

En campaña electoral fue notoria su insólita negativa a exhibir su declaración de renta si previamente no la mostraba el columnista que exhortó a los candidatos a revelarlas. Esa postura hoy la ha renovado al responderle públicamente con grosería al procurador Carrillo, a quien sindicó de obrar como candidato por recordarle el deber de escuchar a la ciudadanía. Si eso hace el subpresidente en público contra quien representa los intereses de la sociedad, qué no hará en la Casa de Nari. Esa es solo la cuota inicial del rumbo miedoso que este Gobierno tomó, respaldada con las confusas actuaciones del ya temido Esmad (Escuadrón Móvil Antidisturbios).

Gracias a que la ciudadanía puede hoy grabar todo lo que ocurra en las calles, ha registrado preocupantes abusos de la fuerza pública que alertan sobre la represión y persecución que se avizoran. En el establecimiento les parece normal que el Esmad enfrente a manifestantes pacíficos, estudiantes y periodistas, abusando de la fuerza y usando inadecuadamente las armas. Así quedó demostrado con el homicidio de Dilan Cruz, crimen que el mindefensa, Carlos Holmes Trujillo, trató inútilmente de explicar. En ese ambiente deteriorante de las libertades, ya es rutina que policías en carros particulares conduzcan a quienes detienen por protestar, lo que dibuja el peligroso presente que vivimos con Duque. A eso se suma el hostigamiento sistemático de la fuerza pública a las organizaciones sociales y colectivos de abogados que asisten a los indefensos detenidos. Este es el Duque que no conocíamos y que hoy intimida en vez de convencer.

Si Duque no cree en las sugerencias “bolcheviques”, debería hacerle caso a otro ultragodo como él, que también pontificaba pero no se oía, el temible Miguel Antonio Caro, quien sentenció: “Nada hay tan radicalmente maléfico y perturbador del orden social como aquella forma de legislación política que pone al gobernante en la dura necesidad de violarla para cumplir con sus más elementales deberes. Luego de que se ha demostrado que es forzoso atropellar la ley para gobernar, la puerta que se derribó para el bien queda desguarnecida y allanada para el mal”.

En efecto, Duque está reviviendo el Estatuto de Seguridad que criminalizó la protesta social y censuró la disidencia pacífica y la libertad de expresión. Por eso no sería raro que nombrara como ministro del Interior a alguien tan perverso como Nancy Patricia, por ejemplo, el nieto de Turbay, el promotor de ese tétrico código del pavor.

El arrogante Diego Molano, otro de los tantos secretarios generales de Presidencia, anunció que el Esmad no está en discusión, porque el Estado tampoco lo está. Y esta perla la adornó el comandante de la Policía de Bogotá, el general Hoover Penilla, para quien los cuestionamientos a estas irregulares prácticas policiales “afectan el Estado de derecho”. Se equivocan los dos.

Duque debe explicaciones sobre la estrategia de orden público para enfrentar el paro. Invitar u obligar a la sociedad civil a que guarde silencio atropella los derechos humanos y la verdad, lo mismo que reprochar al procurador por pedirle que oiga a sus compatriotas. Claro que están en discusión el Estado y la manera en que el régimen usa sus armas contra la ciudadanía.

Resulta esperanzador que, en medio de tantos abusos policiales e intentos de criminalizar y erradicar la protesta, surjan voces que están dispuestas a defender el tambaleante Estado de derecho. Organizaciones sociales, abogados, periodistas y docentes universitarios se alzan contra lo que cada vez más se parece a una dictadura. Es preocupante que en la mayoría de medios de comunicación no se hayan percatado de que esto también es con ellos y no adviertan que el inquilino del palacio presidencial pretende apagar el fuego con gasolina. Ya lo dijo Caro, quien perturba el orden social es el gobernante que crea que es necesario violar la ley para cumplir con sus deberes.

Adenda. Raro que la ministra del Interior reconozca que no tiene pruebas de que el Eln fue el autor del bombazo en Cubará, pero aun así lanza la versión, justo cuando soplan vientos para reanudar conversaciones con ese grupo.

notasdebuhardilla@hotmail.com

 

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