Las encuestas no le dan posibilidades de ganar al presidente Trump, pero así sucedió hace cuatro años, aunque presagiaban el triunfo de Hillary Clinton. El complejo mecanismo electoral de los estadounidenses hace imposible atreverse a hacer cualquier pronóstico. Cada estado tiene su propio sistema de conteo y hay un organismo inútil, el Colegio Electoral, que lo único que hace es ratificar lo que ya todo el mundo sabe.
Constitucionalmente elige al presidente, pero si ninguno de los candidatos logra la mitad más uno de los miembros de ese organismo, pierde su competencia y quien elige es la Cámara de Representantes. Ha ocurrido solo en dos ocasiones: en 1800, cuando eligieron a Thomas Jefferson, y en 1824, cuando escogieron a John Quincy Adams. En 1960, cuando Kennedy y Nixon se disputaban la Presidencia, la contienda casi la dirime también la Cámara. Esas elecciones fueron muy reñidas, pues Kennedy derrotó a Nixon por solo 118.000 votos populares de los 68 millones que se registraron en los comicios. El triunfo lo dio Illinois, según resultados conocidos al amanecer del día siguiente. Si no hubiese ocurrido así, el Colegio Electoral habría perdido su competencia y la Cámara habría tenido que escoger al presidente, por tercera vez —y primera en el siglo XX—.
Repito, es un complejo mecanismo que ni siquiera los norteamericanos conocen y mucho menos el señor Trump, quien confunde el COVID-19 con un dolor de uña. Como cada estado tiene su propio sistema, hay casi un centenar de procedimientos a los que se suma el voto por correo, tan generalizado en los últimos años.
¿Qué pasara el 3 de noviembre? No se sabe, no tanto porque pueda perder Trump, lo cual aseguran todas las encuestas, sino porque el presidente en ejercicio ha dicho que habrá fraude y es posible que se resista a aceptar la derrota. Así actúa el primer mundo, como si fuera una república bananera.
Ni un Biden…te se atreve a predecir el resultado.