Ellas y su día difícil

Arturo Guerrero
08 de marzo de 2019 - 05:00 a. m.

El actual Día de la Mujer es bien diferente al de hace años. Cuando las pioneras iniciaron su liberación a mediados del XX eran una débil voz, correspondiente al sexo débil de toda la vida. Milenios de ninguneo habían asegurado el predominio masculino por los siglos de los siglos. Mitos, religiones, visiones aborígenes, no dejaban duda de la inferioridad de ellas.

Los esclavos se emanciparon, rodaron las cabezas de los reyes autócratas, volaron en átomos los fascistas de derecha e izquierda después de las dos grandes guerras, varias clases de revoluciones triunfaron y se ahogaron en sangres. Las mujeres, en contraste, seguían bajo el yugo de los hombres.

Vino la píldora anticonceptiva, la moda se volvió unisex, los Beatles cantaron con pelo largo, la juventud se tomó el cielo por asalto. Las escritoras alzaron un grito: “No se nace mujer, se llega a serlo”. Calificaron el matrimonio como una prostitución, mostraron que en todos los pueblos y épocas se practicó el aborto, se cansaron de ser el segundo sexo.

Las insurrecciones se cansaron, sus líderes se volvieron orates viejos, los seguidores se dedicaron a atesorar en los bancos. La única subversión victoriosa fue la femenina. Fue creciendo en adeptas, en razones, en solidaridades. Hoy las niñas nacen con el puño en alto, alzan la cara, ya de jóvenes no soportan que les den el puesto en el bus.

Mientras ellas crecían en seguridades, sus parejas hombres se quedaron dormidos sobre los laureles milenarios. He aquí el problema: no ha habido liberación masculina. Muchos incluso piensan: ¿acaso los hombres deben liberarse de algo frente a las mujeres? Los amos de todos los tiempos fueron tomados por sorpresa.

Y aquí estamos. ¿Habrá que regalarles en este día un ramo rojo a las mujeres? ¿Tal vez una rosa violenta, una flor para mascar? Da miedo que la escupan. Tienen muy claras las cicatrices de la historia, como para pactar con un pétalo. Reclaman una mirada de verdad, justicia y reparación. “Después, sí hablaremos de amor”.

Las mujeres del actual Día de la Mujer se sienten víctimas a lo largo, lo ancho y lo alto de la cotidianidad social. Como tales, requieren ante todo una interpelación con los siglos, con los milenios. Y los hombres no dan la talla, no se miran hacia adentro, no recapitulan la dominación.

Claro, tienen demasiado enquistadas las mañas inconscientes de lo masculino. Ensayan no errar, pero del cerebro reptil les surgen las barbaridades ancestrales. Algunos, es verdad, dan los primeros pasos en el escrutinio de su anima, es decir, de su paralelo principio femenino escamoteado por su animus usurero.

Desde hace unos años se habla de nuevas masculinidades. Son brotes que preparan una mutación desde el campo de ellos. Pero no se han diseminado tan rápida y decididamente como ocurrió con la insurrección de ellas. Por eso persiste la disparidad, por eso este Día de la Mujer sigue siendo difícil.

Las mamás y las abuelas se murieron. Quedan las que nacieron con el puño amotinado.  

arturoguerreror@gmail.com

 

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