Eln: lamentable, delirante

Rafael Orduz
22 de enero de 2019 - 05:00 a. m.

Es una locura el atentado del Eln. Murió gente inocente, jóvenes con sueños cortados de tajo a nombre de la revolución social. Las explicaciones del Eln son brutales, sin piedad alguna.

Además de brutales, quienes dieron la orden de llevar a cabo el cobarde atentado son delirantes. Años, décadas de intentos de lograr negociaciones que conduzcan a algún lado, para quedar arrinconados, aislados, sin posibilidad de que, en años, surja de nuevo la posibilidad de reemprender negociaciones.

La idea de que con un atentado como el realizado se fortalece su posición negociadora podría, en teoría, tener alguna validez, sólo en el caso de alguna posibilidad de éxito militar. Asunto que está por fuera de toda posibilidad en Colombia, en donde lo único sensato es declarar un cese unilateral al fuego de inmediato.

El Vietcong, como llamaban los Estados Unidos a la guerrilla que luchaba contra el regimen de Saigón en Vietnam del Sur, arreciaba sus ataques en vísperas de negociaciones con los Estados Unidos en París porque estaban ganando la guerra. Un día de 1973 los últimos funcionarios de la embajada de los EE. UU. tuvieron que subirse a los últimos helicópteros para huir.

El cuento del protocolo con Cuba y los garantes es cierto: habrá que respetarlo. Será un asunto de manejo con el gobierno cubano. El Gobierno colombiano, posiblemente, tendrá que resolver por la vía diplomática el tema. Sin embargo, la voluntad política no tiene nada que ver con dicho protocolo. Pasarán años antes de que se reanude la mesa de negociaciones.

Adicionalmente, el Eln le ha dado a Duque repertorio político del que carecía y, en consecuencia, al menos en el tema macabro, cuenta con amplio espacio político. Las Farc subieron a Uribe, el Eln fortalece a Duque.

Más allá de la gravedad del atentado, es terrible la forma como muchos colombianos alineados en alas radicales, de izquierda y derecha, reaccionan frente a estos hechos. Los inocentes asesinados, sean los de la Escuela General Santander, así como los centenares de líderes sociales desprotejidos que caen día a día, son acreedores del dolor de toda la sociedad. El Estado debe proveer por su protección y por el castigo a los asesinos.

Las marchas del domingo, pese a los lunares, al intento de politización y al oportunismo, son un paso adelante en la unión de los colombianos en contra de estos hechos.

No habrá reconciliación ni paz mientras no nos duelan las muertes de cualquier colombiano a manos de redentores y refundadores. ¡No al atentado del Eln, no a los asesinatos de líderes sociales!

 

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