Confieso que me pareció tan estéril la discusión sobre la inexistencia del centro político, que decidí no perderle tiempo. Pero como la cosa sigue y, al parecer, tiene ciertos efectos, el deber llama.
En alguna facultad de psicología social de California se hizo un estudio de campo que mostraba que la distribución de la población en términos de preferencias políticas configura espontáneamente lo que en estadística se conoce como “curva de distribución normal”. Es la típica campana que en los extremos se adelgaza. La población tiende a ubicarse en el centro de la campana. Un poco a la derecha, un poco a la izquierda. Pero los espacios apendiculares de los extremos son muy poco apetecidos. La cosa no es que sea demasiado original. Las últimas encuestas en Colombia muestran lo mismo: una prevalencia del centro. Por tal razón, la afirmación de que el centro no existe es un tanto bizarra. Es una confusión cognoscitiva. Se dice que no existe porque se desea que no exista. Quienes se ubican hacia los lados de la campana simplemente quieren halar a los demás. Es sencillamente pensar con el deseo. El otro grave padecimiento de esa tesis es que confunde las críticas al liderazgo de centro con las preferencias intuitivas de la población. Puede decirse que quienes opinamos y nos situamos en el centro somos una manada de ineptos. Santo y bueno. Pero decir que no existe el centro, o sea, la gente que espera de la política soluciones no radicales, algo de sosiego y mucho de esperanza, es realmente un disparate.
Basta mirar el siglo XX para encontrar algo evidente: el gran progreso de la humanidad se hizo desde el centro y en oposición al extremismo. Hubo avances materiales, científicos, sociales y democráticos inigualables. Este siglo no pinta bien porque hay un ejercicio dispersivo de la política, plagado de populismo y de proyectos hegemónicos. Eso solo quiere decir que hay riesgos. Pero no que el centro sea una cosa desteñida. Como lo dijo el colega Andrés Hoyos, lo que el centro tiene es mucha fibra, sometida a un proceso de racionalización por fuera de las pasiones y la explotación de las emociones.
Posibles candidatos del centro serían Fajardo, Alejandro Gaviria, Mauricio Cárdenas, Iván Marulanda, Juan Fernando Cristo, Roy Barreras, Galán, varios del Verde, Luis Gilberto Murillo. Y se podría agregar a Robledo dado su reciente papel al lado de Fajardo. Y a Ángela María. Gente es lo que hay. Hay personas destacadas de sobra en el centro, pero aún carece de mensaje claro.
Es, pues, cuestión de convenir un programa, decir cuáles son los límites ideológicos y proceder a una tarea de organización que, como lo he repetido, no debe empezar por quién, sino cómo y para qué.
Coda. Ejemplos de lo que no cabría en un programa: disparar a manifestantes, masacrar campesinos cultivadores, derogar unilateralmente el Acuerdo de Paz, borrar la separación de poderes, negar las graves violaciones de derechos humanos, debilitar una política exterior equilibrada, mantener exenciones privilegiadas, mezclar religión y gobernanza, disminuir los derechos de la mujer, discriminar por identidad sexual, dar marcha atrás en el cuidado del ambiente, dejar que el señor Gini siga haciendo estragos. En fin. Volveremos también con lo que sí hay que hacer.