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Un país donde no dan ganas de sonreír

Juan Felipe Carrillo Gáfaro
08 de julio de 2020 - 12:12 p. m.

¿Cómo puede uno sentirse orgulloso de un país como Colombia luego de la violación de la niña miembro de la comunidad indígena embera chamí por parte de siete soldados? Solo les falto la asesoría de Rafael Uribe Noguera para asesinarla, esconderla y después hacerse los enfermos para minimizar los hechos.

No dan ganas de sonreír en Colombia. No basta que una parte de las fuerzas militares haya tenido y tenga nexos con el narcotráfico y las estructuras paramilitares o que la corrupción y las malas prácticas hagan parte de su día a día. Ahora resulta que esa parte de la “fuerza” pública no solo no puede o no quiere proteger a la población como sucedió por ejemplo con la masacre de Bojayá, sino que por el contrario la ataca como sucedió con los falsos positivos, se ensaña con los niños y como para terminar con broche de oro lo hace con una niña indígena. De verdad que solo les faltó matarla para confirmar que nuestro país, por más encantador que parezca, es en el fondo una mierda.

No dan ganas de sonreír en Colombia. ¿Hubieran hecho lo mismo estos malditos soldados a la salida de un colegio en Bogotá? Puede que sí como puede que no, pero la falta de formación en todos los niveles para proteger a las comunidades indígenas de un nuestro país, aprender de su sabiduría y reconocerlas como se lo merecen es una verdadera desgracia. Desde tiempos inmemoriales se nos ha enseñado a minimizar y a reducir a muy poca cosa el valor cultural de nuestros pueblos indígenas y de discriminarlos sin tapujos por su falta de “aculturación” con la sociedad occidental. Con seguridad, esa tendencia racista de nuestro sistema educativo está bien anclada en la estructura draconiana de las fuerzas militares, a la cual se unen el machismo, la discriminación sexual y seguramente la xenofobia. Por eso no debería sorprendernos que, como lo expresó Gerardo Jumí, autoridad embera, “el abuso sexual contra mujeres indígenas es frecuente, pero es invisibilizado y silenciado”. Quién sabe a ciencia cierta cuántas agresiones sexuales de esta índole por parte de soldados de la patria se realicen a diario en nuestro país y se silencien a punta de amenaza y más brutalidad.

No dan ganas de sonreír en Colombia. Los trinos y mensajes de “apoyo” de una buena parte de nuestros gobernantes dan asco. Todos dicen sentirse indignadísimos, pero las palabras que escogen para transmitir su inconformidad apenas dan muestras de rabia, de profundo dolor, de arrepentimiento sincero por lo que simboliza un acto de esta magnitud para una sociedad tan violenta como la nuestra. Duque ha “dado orden a @mindefensa apoyar diligentemente [¿Qué quiere decir con esto?] investigaciones de @FiscaliaCol”; Lina María Arbeláez del ICBF pide de manera tardía “garantías” para la niña afectada; Alicia Arango, ministra del Interior, solicita de manera trillada que los responsables reciban “todo el peso de la ley”; Carlos Holmes Trujillo ha dado “instrucción a @COL_EJERCITO para tomar medidas correspondientes” [sic?]. Así se despliega una discursiva que en el fondo no tiene la fuerza necesaria para generar cambios significativos para evitar que algo así vuelva a suceder.

No dan ganas de sonreír en Colombia. Hace bien EE en su editorial del 25 de junio en insistir que el discurso ese de las “manzanas podridas” está mandado a recoger. La única forma de asegurar la no repetición de estas barbaridades es haciendo investigaciones profundas a las estructuras institucionales que han permitido, por acción y omisión, que esto suceda. Está claro que los responsables directos son esos siete salvajes traidores que el día de la violación se levantaron recitando la oración patria, repitiendo a grito herido las palabras “espero verte siempre grande respetada y libre”. Pero también hay responsables indirectos y hasta que no se examine “diligentemente” el fondo de lo que no nos permite sonreír, no vamos a llegar muy lejos. Y así, como esos soldados, llegarán otros.

Ahora que no vengan a decir que el COVID-19 es peor que esto y que hay cosas más importantes en Colombia en este momento. Si queremos este país, esta situación tiene que afectarnos en lo más profundo y cuestionarnos de manera permanente como sociedad.

@jfcarrillog

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