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En Colombia no hubo chispa que encendiera la pradera

Arturo Charria
28 de enero de 2021 - 03:00 a. m.

Al terminar el reciente libro de Juan Gabriel Vásquez resulta difícil decir si hemos leído una novela, una biografía o una novela histórica, quizá porque es un poco de cada una. De ahí que, al final del texto, el propio Vásquez afirme: “Volver la vista atrás es una obra de ficción, pero no hay en ella episodios imaginarios”.

El libro recorre la vida de la familia Cabrera Cárdenas y, a través de la historia de Luz Elena, Fausto, Sergio y Marianella, entendemos las motivaciones y desencantos de una revolución que se extinguió precipitadamente en el corazón de los protagonistas. Como una forma de darle fuerza al relato, Vásquez inserta fragmentos de diarios traducidos del mandarín al español, fotografías que sobrevivieron a una vida clandestina y cartas de un padre ausente que funcionaban como un manual de comportamiento. Todos estos elementos crean la ilusión de estar leyendo un documento histórico, de manera que cada imagen del mundo de afuera del texto se vuelve un nudo en la red que construye el relato.

Volver la vista atrás ilumina una parte poco estudiada de la historia reciente del país: la formación y el concepto de familia revolucionaria. Los cuatro miembros de la familia Cabrera Cárdenas fueron parte, en distintos niveles, del origen del Ejército Popular de Liberación, una guerrilla que se inspira en la Revolución China y en el pensamiento de Mao Zedong. Esa búsqueda de su lugar en el mundo los lleva a China, un país con el que Colombia había roto relaciones y que resultaba tan enigmático que hasta ubicarlo en el mapa era difícil. Fausto, el padre, es contratado como experto en el Instituto de Lenguas Extranjeras en Pekín, pero su propósito es que la familia encuentre el sentido de la vida bajo la formación política e ideológica de la Revolución. Por eso, cuando padre y madre deciden regresar a Colombia para sumarse a la chispa que encendería la pradera, como escribió el presidente Mao, dejan (o entregan) a sus hijos al Partido.

Esa “ruptura” de la noción de familia es uno de los aspectos más interesantes del libro de Vásquez. Para ese entonces Sergio tenía 15 años y su hermana, Marianella, era dos años menor; ambos se quedan bajo la custodia del gobierno chino, forjando su identidad según el paradigma moral y político del marxismo-leninismo. Como si se tratara de un destino ineludible, el padre les dice: “Llegó el momento para nosotros, no para ustedes. Ustedes se quedan en China”. Como despedida Fausto les deja una extensa carta de 12 páginas en folios de 45 líneas cada uno. En ella se encontraban las instrucciones sobre lo que debían hacer cuando tuvieran dudas o preguntas ante la vida. Más que una muestra de amor, era un manual de comportamiento y doctrina en el que ratificaba las tesis políticas en las que él creía.

La vida de esos dos adolescentes en China, huérfanos hasta cierto punto, se vuelve fascinante: mientras viven con fervor la Revolución Cultural, no pueden escapar a la culpa por sus flaquezas ideológicas y sentir que, al traicionar al Partido, traicionan al padre.

Muchos recordamos a Fausto Cabrera por su papel como el tramoyista revolucionario de La estrategia del caracol. Con esta historia, Vásquez hace el mismo papel y nos lleva detrás del escenario: mostrándonos que antes de la guerra estuvo la revolución. La otra parte del relato, el que transcurre en las selvas de Colombia, es un intento por encender la chispa capaz de incendiar la pradera, pero como se dan cuenta los cuatro miembros de la familia, Pekín queda muy lejos de Tierralta, Córdoba.

 

Atenas(06773)28 de enero de 2021 - 12:05 p. m.
Lo cual no ha dejado de ser el deseo de los pocos vagarosos y desocupados q' quedan de tan astrosa ilusión. Sueños q' donde los ha habido han termnado en horrendas pesadillas q' apenas comienzan, y q' de fortuna en nuestro medio hubo quienes con plena entereza, carácter y firmeza lo truncaron y no pasó de ser sino una minúscula y ridicula llamita al viento, y el viento la apagó.
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